No sé si fueron los Takis” dijo cuando empezó a sentir cosas extrañas, “siento hace una hora un dolor como entre retortijón y cólico”… Cuarenta minutos más tarde el papá estaba recibiendo a su bebé en la puerta de la casa. Ella simplemente gruñó desde lo más profundo de su ser anunciándole al mundo que su hijo nacería y haciendo estallar en pedazos cualquier fantasía de control. “Está saliendo, siente la cabeza” dijo. Él tocó esa superficie dura que asomaba entre las piernas de su mujer y se dio cuenta de golpe de que estaba frente al momento más poderoso de su vida. Había llegado a este umbral sin aviso previo y sin posibilidad de hacer otra cosa que responder a lo que su instinto le dictara porque supo que el nacimiento de su hijo era inminente y que no contaba más que con sus manos para recibirlo. Tomó al niño, lo escuchó llorar y lo puso de inmediato en el pecho de su madre. Cada cual hizo exactamente lo que tenía que hacer, como si la vida entera les hubiera preparado para ese instante, como si generaciones tras ellos les hubieran susurrado al oído el papel que les correspondía, como si las células de todo su cuerpo activaran un conocimiento secreto que estaba escrito en el ADN mismo. El nacimiento es un estallido de vida ante el cual no quedan opciones posibles más que la reverencia, la humildad y la sorpresa.
Mercedes Campiglia