10 JUN 2023
Escribo este texto con el propósito de documentar nuestra experiencia, pero también porque estoy convencido de que puede servirle a otras personas que pudieran encontrarse en una situación similar.
Este recuento de los hechos le parecerá particularmente interesante a parejas que estén aprendiendo sobre el parto humanizado y estén en el proceso de elegir un hospital o un doctor como parte de su plan de parto. El texto es un poco largo, pero creo que vale la pena llegar hasta el final.
La experiencia que a continuación sigue, aunque complicada y traumática, la entendemos ahora como una bendición enmascarada, que nos abrió los ojos a lo que realmente es importante para nosotros en cuanto a la experiencia que buscamos para el nacimiento de nuestra hija.
Importante mencionar que hace unos meses tomamos el curso Experiencia con las maravillosas Ana Maza, Mercedes Campiglia y Guadalupe Trueba. El curso nos educó, nos dio herramientas, nos hizo cuestionarnos, nos dió claridad. Nos ayudó a entender a quiénes necesitamos cerca. El conocimiento que nos impartieron con tanto cariño y sabiduría fue indispensable e invaluable durante estos momentos difíciles. Gracias infinitas.
I.
El sangrado.
22 mayo 2023, 1pm.
Acudimos al consultorio médico para una cita programada de semana 36 para la realización de un cultivo. Todo pintaba que sería una cita más de las muchas que hemos tenido durante todo el embarazo con nuestra doctora. La gran diferencia es que no es nuestra doctora de siempre la que nos atenderá hoy porque está de vacaciones, sino su socio y colega de toda su confianza. Para propósitos de este escrito lo llamaremos el Dr. X.
En su momento pensamos que ésta sería una buena oportunidad para conocer al Dr. X porque es el médico que atendería nuestro parto en caso de que por alguna razón nuestra doctora no estuviera disponible el día en que nuestra bebé decida llegar al mundo.
Durante la consulta le preguntamos al doctor si estaba al tanto del plan de parto que hemos estado trabajando con nuestra doctora. Dijo que no, pero que le podíamos contar. Percibí una ligera actitud de "a ver con qué van a salir estos".
Nos escuchó con atención hablar sobre parto natural, parto humanizado, hora dorada, corte tardío del cordón umbilical, intervenciones médicas sólo cuando sea indispensable o cuando lo pida Dana, poder pujar en varias posiciones, etcétera. "Bueno, ¿y qué es lo raro? Eso es lo que hacemos”, respondió.
Nunca sugerimos que estaríamos pidiendo algo “raro”, sin embargo en las próximas horas nos quedaría muy claro que eso que el doctor dice que es lo que hacen, no es lo que hacen.
Pasamos a la otra parte del consultorio en donde se realizaría el cultivo. Dana se colocó en posición y el doctor avisó que esto se sentiría igual a un papanicolau. Yo estaba tomando la mano de Dana y abrazando su cabeza. Estábamos ahí para eso, un procedimiento de rutina.
De pronto siento cómo Dana aprieta el puño y me entierra las uñas en la mano y en la panza. "Me está doliendo mucho" le dijo al doctor. "Sí, entiendo, así es esto." respondió.
Pasaron dos segundos y veo la cara del doctor cambiar, se le ve asustado. "Ah caray, esto no está bien, esto no me gusta."
Se pone de pie y agarra de un cajón varios sobres de gasas. Sus guantes tienen sangre, lo veo abrir los sobres de gasas con dificultad, y usar las gasas para contener el sangrado. Gasas y gasas con sangre van pasando de sus manos a la mesa de instrumentos. Lágrimas escurren de los ojos cerrados de Dana. Le limpio las lágrimas, la contengo, y trato de no interrumpir al doctor aunque me urge saber qué está pasando. El doctor se para de nuevo y va por un contenedor para recolectar el sangrado que aún no se detiene. "Pásame una jerga" le pide a la secretaria del consultorio. Veo sangre derramada en el piso.
El sangrado por fin se detiene, el doctor toma la máquina de ultrasonido y revisa a nuestra bebé. La bebé se ve y se oye bien, placenta se ve bien. El sangrado fue solamente del cuello del cervix. El doctor se pone otro guante, se pone gel y revisa la dilatación de Dana. "Ya tienes de dos a tres centímetros de dilatación", nos dice.
Nos sorprende esta noticia, por supuesto. Yo no puedo dejar de notar en cómo este señor introdujo sus dedos para hacer una revisión sin avisarle a Dana, sin pedir permiso. Lo odio durante un minuto completo, pero estamos en sus manos para saber qué pasó y qué prosigue.
Las cosas se tranquilizan un minuto, y le pido al doctor que nos explique ahora sí que pasó. Nos dice que no es normal que haya habido ese sangrado, que es necesario que vayamos al hospital ahora mismo. Además, ya hay dilatación y en el ultrasonido vió que hay contracciones. El doctor nos hace saber que es posible que nuestra bebé nazca hoy mismo.
Nos pide que no vayamos al Hospital Santa Mónica (nuestro hospital de elección) sino al Hospital Español, porque ahí tienen la mejor unidad de neonatología del país. Con la posibilidad de que nuestra hija nazca antes de lo previsto, con el susto del sangrado, con las noticias de las contracciones, accedemos a ir al hospital que el doctor nos indica. Salimos del consultorio asustados pero tranquilos, incrédulos de que es posible que nuestra hija nazca hoy.
El cultivo, el motivo de esa consulta, nunca ocurrió.
Llegamos al Hospital Español y comienzan las intervenciones: cateterismo, antibiótico profiláctico, monitor constante abrazado a la panza de Dana, extracción de sangre para análisis, oxígeno.
Los análisis iniciales muestran que todo está bien y estable. Hay ligeras contracciones que el monitor detecta, pero que Dana no siente. Comenzamos las llamadas con dos doulas que nos han acompañado durante el embarazo. Nos tranquilizan. Nos ayudan a entender que esas contracciones que el monitor está detectando son muy normales en semana 36, pero que, contrario a lo que el doctor ha dicho en varias ocasiones, ellas no consideran que sean contracciones de parto activo. Nos comentan que la dilatación de 2 a 3 centímetros es también sumamente común y normal para esta etapa del embarazo. Ninguna de estas dos cosas son señales de alarma, ni de que el parto sea inminente.
Encontramos un rincón de tranquilidad por fin. Sin embargo, la tranquilidad que recibimos de parte de nuestro equipo de acompañamiento la perdemos con cada interacción con el Dr. X.
II.
La oxitocina
23 mayo 2023
La noche pasó sin novedades. La única constante ha sido el monitoreo de la bebé, cuyo ritmo cardíaco nos hemos acostumbrado ya a escuchar. Me doy cuenta de que ya puedo detectar la diferencia entre 140 bpm y 160 bpm. Aprovecho la tranquilidad aparente para ir a desayunar algo en la cafetería del hospital.
Llega el momento de otro monitoreo y le piden a Dana que se coloque en una posición poco natural e incómoda para que el monitor registre mejor los latidos. De pronto, Dana siente que la bebé se está moviendo mucho, el monitor registra una subida en los latidos a 180 bpm, fuera del rango de lo normal. Taquicardia. Llaman al doctor X.
A nadie se le ocurre que tal vez esto pudiera ser resultado de la posición incómoda en la que Dana se encuentra. Posición que pudiera estar aplastando la vena cava de la que tanto hemos oído durante el embarazo. El Dr. X entra a la habitación y le dice a Dana que esto es serio, que si los latidos no bajan va a tener que hacer una cesárea de emergencia. Suben a Dana a una silla de ruedas, y la llevan a la sala de ultrasonido.
Dana me manda un mensaje y corro desde la cafetería hasta la sala de ultrasonido. Veo a Dana preocupada, me empiezo a enterar de todo lo que ha pasado.
El ambiente es tenso pero el ultrasonido no revela nada extraño. El ritmo cardíaco de la bebé se ha estabilizado, hay suficiente líquido amniótico, la bebé se ve bien. La urgencia no avanza, afortunadamente. Regresamos a la habitación tras un susto más. Un susto que de nuevo ocurre en manos de este equipo médico.
Desde que entramos al hospital tengo la sensación de estar viendo la película que nos contaron en el curso de padres, particularmente el concepto de "la cascada de intervenciones": una intervención causa algo que luego hay que atender, lo cual lleva a otra intervención para corregir lo causado por la intervención previa, lo cual lleva a una más, y así sucesivamente hasta desembocar en la intervención máxima en el contexto del embarazo y el parto: la cesárea.
Y esto importa porque las estadísticas del número de cesáreas que se realizan en el sector privado en México son sorprendentes. Jamás me imaginé que más del 50% de los partos en México terminan en cesárea. Acá otra fuente de información: La epidemia de cesáreas en México.
Obviamente, nada en contra de la cesárea cuando es necesaria como intervención necesaria o por elección de la madre. Sin embargo, mucho qué cuestionar al respecto de que se haya convertido esta cirugía más en la norma y menos en la excepción de la forma como traemos bebés al mundo.
Pasado el medio día, llega Romina, nuestra doula.
Aprovecharé para resaltar aquí lo importante que ha sido contar con el acompañamiento de doulas. Mujeres con una energía palpablemente especial, sabias, con oídos atentos y un alma cálida. Uno de los grandes regalos de este embarazo a sido tener la oportunidad de conocer doulas, y puedo pensar en pocos trabajos que hagan una diferencia tan grande en la vida de padres y madres primerizos como éste.
El Dr. X reaparece en la habitación en la que llevamos unos minutos platicando con Romina, procesando lo que ha pasado hasta ahora.
"Hay de dos sopas" - comienza el doctor. "Nos esperamos aquí varios días a ver si algo sucede, o podemos usar oxitocina para encaminar el trabajo de parto."
Las alarmas comienzan a sonar en nuestra cabeza porque el Dr X pareciera estar siguiendo el script de la cascada de intervenciones de la que aprendimos en el curso. En el consultorio, antes de mandarnos al hospital, nos dijo inicialmente que era necesario detener el trabajo de parto que aparentemente había comenzado desde el intento fallido de cultivo, ¿y ahora argumenta que es necesario "encaminarlo”?
Comenzamos con las preguntas necesarias: ¿que indicios existen de que haya necesidad de acelerar el parto? ¿por qué considera necesario acelerar algo que ni siquiera ha comenzado? Dana no ha sentido ni una contracción desde que entramos al hospital, todos los estudios muestran que la bebé está bien ahí adentro. Estamos muy confundidos con esta sugerencia del doctor.
"No se trata de acelerar, se trata de encaminar" responde el doctor X. Es desgastante tratar con un médico que se considera incuestionable. Le hago saber que tratemos de evitar juegos semánticos. El hecho es que quiere echar a andar algo que a ojos de todos (doula, partera, enfermeras, residentes y más importante: mamá) no está listo para arrancar. Y la gran pregunta es ¿por qué? El doctor da algunas razones, ninguna de las cuales suenan convincentes porque todas comienzan con “pudiera ser que…”
• Pudiera ser que la bebé se empiece a cansar.
• Pudiera ser que la bebé empiece a tener sufrimiento.
• Pudiera ser que haya necesidad de una cesárea de emergencia si sólo nos esperamos.
Le pedimos al doctor X que nos dé tiempo para pensarlo. Comienzan unos minutos intensos de deliberación con apoyo de la red de apoyo que hemos tenido la suerte de procurarnos. Contactamos incluso a la doctora que está de vacaciones para preguntarle si está al tanto de lo que su colega de toda su confianza está sugiriendo. Nos contesta poco después que en vista de que el ultrasonido y el monitor han revelado que todo está bien, ya habló con el doctor X y están de acuerdo en no usar oxitocina, y que seguiremos monitoreando "la evolución libre".
Llega la noche y con ella el doctor X a informarnos que efectivamente no hay necesidad de usar oxitocina, que procederemos con evolución libre y que si todo sigue estable podría darnos de alta mañana.
Parece ser que había más de dos sopas después de todo.
Nos vamos a dormir pensando a qué respondía esta insistencia del doctor a que aceleráramos el parto de nuestra bebé. Llego a la conclusión de que busca justificar nuestro internamiento al hospital. Creo que quiere hacer parecer que no entramos al hospital por un sangrado que él provocó, sino por un parto prematuro, que por lo visto está convencido en echar a andar.
III.
Cuando el doctor "ya lo pensó bien"
24 mayo 2023
Esa misma noche en la que el Dr X nos dijo que si pasábamos la noche tranquilos nos podría dar de alta al día siguiente, también nos dijo otra cosa que fue motivo de otra plática tensa, round 3. Comentó que para dar a Dana de alta iba a hacer otro tacto para revisar la dilatación ahora en la noche, y otro mañana en la mañana.
Cuando el doctor sale de la habitación Dana me dice que no quiere que el doctor X le haga más tactos. Si lo hace sería el 4to y 5to tacto en menos de 48 horas, periodo durante el cual no ha habido contracciones de parto activo, no ha habido cambios en el ritmo cardiaco de la bebé, no hay nada que indique que la dilatación ha cambiado.
Recomienzan las conversaciones con nuestra doula. Aprendemos que no sólo no es recomendable hacer tantos tactos durante un periodo de tiempo tan corto en el que tampoco hay parto activo, sino que hay motivo legítimo de preocupación porque como ya vimos el cuello del cervix de Dana es muy delicado, sigue sanando después de la herida que le causó el doctor con su revisión brusca, motivo por el cual estamos en el hospital para empezar.
Cuando regresa el doctor a hacer la revisión, le decimos que preferiríamos que no lo hiciera, le contamos nuestras preocupaciones al respecto.
"Créeme que te entiendo, pero yo no puedo darte de alta si no hago una revisión. Necesito saber si ha avanzado la dilatación porque si ha avanzado no te puedes ir del hospital."
Nos damos cuenta de que estamos entre la espada y la pared. La revisión de dilatación no es una ciencia exacta, es un cálculo a ojo de buen cubero. Si el doctor en su examinación dice que ha habido más dilatación, no hay nada ni nadie que pueda cuestionárselo. Nos sentimos atrapados con este doctor, el cual accede a hacer sólo una revisión mañana. Nos vamos a dormir con una pequeña victoria en la bolsa.
Pasamos una noche mucho más tranquila. No nos despertaron tanto para monitorear a la bebé, y por la mañana cuando la monitorean durante un par de horas todo se oye y se ve bien. Hemos decidido que si el doctor insiste en la revisión firmaremos el alta voluntaria del hospital.
Llega el Dr. X a la habitación. "Ya lo pensé bien, y no voy a hacer otra revisión de dilatación. No es necesaria, todo se ha mantenido estable y no hay razón para creer que algo haya cambiado tampoco con la dilatación. Ya pueden regresar a casa." Nos desea buena suerte, y nos pide mantener la comunicación en caso de cualquier cosa suceda. Le agradecemos y nos despedimos de él, sabiendo perfectamente que no nos volveremos a ver.
Comenzamos a empacar nuestras cosas con gran incredulidad de todo lo que nos ha pasado en los últimos tres días. Sentimos también un profundo agradecimiento por las herramientas que nos dieron durante el curso de padres Experiencia.
Sin el curso no habríamos estado convencidos de que queríamos tener el acompañamiento de una doula, no habríamos sabido cómo abogar por nuestra hija, no habríamos reconocido la cascada de intervenciones ni cómo reaccionar a ella, no habríamos aprendido que hay tal cosa como intervenciones innecesarias y sobre todo, no habríamos entendido que tenemos el derecho de elegir qué tipo de parto queremos y qué equipo médico queremos que nos atienda.
Esto no significa, por supuesto, que no haya intervenciones médicas necesarias o que no haya posibilidad de que nuestra hija nazca por cesárea después de todo. Estamos listos para aceptar que si una cesárea es necesaria cuando venga el momento se debe hacer. Sin embargo, salimos de esta experiencia con los ojos más abiertos, con la claridad de saber qué tipo de cuidado médico buscamos.
Cabe aquí también la aclaración de que todo esto viene enunciado desde el privilegio del poder de elección. No todo mundo puede elegir, ni todo mundo puede ir a un curso con expertas para aprender sobre el parto humanizado o sobre cómo abogar por sus derechos. Sin embargo, si la posibilidad de elección existe, hacemos bien en agarrar esa oportunidad. El ejercicio de ese derecho abre camino para los que vienen.
El Dr. X no lo sabe, pero con su forma de actuar durante esos tres días nos dió un gran regalo: el de saber qué es lo que no queremos. Las experiencias complicadas vienen acompañadas de algunas lecciones y posiblemente la más importante para nosotros después de todo esto es que la dimensión humanizada del cuidado médico y acompañamiento de embarazo/parto existe. A veces tenemos la suerte de caer en buenas manos, a veces hay que buscar las manos correctas.