Carta a mi doula

La semana pasada se reconoció el trabajo de las doulas a nivel internacional y una de las parejas que tuve la fortuna de acompañar en junio del año pasado en el nacimiento de su bebé me escribió esto y se los quiero compartir. Trabajo con el corazón y leerla me llena el alma.

Áida, gracias por tus palabras tan cariñosas y sentidas.

Carta a mi doula

“Querida Patricia, Tengo mucho que agradecerte y es difícil resumir.

Gracias por la calidez con la que hablas a las futuras mamás, eso fue lo que me hizo conectar contigo, tienes un aura precioso y apapachador de mamá.

Gracias por tu confianza, no dudaste ni un solo momento de mi cuando las cosas parecían cambiar de rumbo, me supiste guiar y apoyar para cumplir mi sueño de un parto natural.

Gracias por creer en mi, cuando todo el mundo pensaba que era muy pronto, tú supiste escuchar el cambio de mis gemidos y detuviste que me trasladaran.

Gracias por cuidarme, por alimentarme e hidratarme.

Gracias por sostenerme para que mi fuerza pudiera enfocarse en una sola cosa.

Y gracias por apretar mi mano, cuando ya todo había terminado”

Quédate en casa...!

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Recomendación emitida por las autoridades sanitarias en varios momentos durante los meses desde que inició la pandemia. Escuchamos, vimos y leímos “Quédate en casa” y nos gustaría ayudarte a aplicar -esperamos que con la misma eficacia- el día que el bebé decida nacer.

El parto inicia la gran mayoría de las veces, con contracciones irregulares que se perciben con una frecuencia de entre cada 5 a 10 o 15 minutos. Unas cortitas (30 segundos) y otras largas (poco más de un minuto) y con periodos de tiempo en que pueden llegar a desaparecer para volver a sentirse. Ocasionalmente, lo primero que puede ocurrir es salida de líquido por la vagina (ruptura de la fuente) y que hay que notificar al médico que te acompaña en el proceso y quien te preguntará acerca de la cantidad y aspecto y de ahí sugerir qué procede.

En general, estas primeras horas son de la “fase latente o inicial del parto” . Vas a notar secreción de moco con algo de sangre (aspecto rojizo) que notas en la pantaleta o al limpiarte cuando vas al baño. 

Cuando los movimientos del bebé persisten y sobretodo al terminar la contracción -un poco como “repelando” del apretón que le da el útero al empujarlo por las nalgas-indican su estado de salud y vitalidad y permanecen a lo largo de las horas que implica el parto.

“Quédate en casa” hasta que las contracciones sean cada 3 minutos, que duren 40 a 45 segundos y se perciban con dolor en la espalda baja, ya que en el inicio suelen sentirse principalmente en la panza

En tanto que las contracciones sean aún irregulares (unas cortas y otras muy largas, unas intensas y otras no tanto, e inclusive períodos de contracciones seguidas y otros períodos en que se esparcían), sigue la regla: “Quédate en casa…” realizando movimientos y buscando posiciones en las que sientas alivio al dolor que les acompaña. El dolor en el parto tiene un sentido muy particular y es el de saber que el parto está progresando. No le temas…! Es normal y es un dolor fisiológico que te va guiando a lo largo del camino hasta tener a tu bebé en brazos.

Mantén comunicación con tu Ginecobstetra expresando claramente que deseas permanecer en casa el mayor tiempo posible si bien atendiendo sus sugerencias.

Si has tenido un embarazo saludable y el trabajo de parto inicia por si solo, tú y tu bebé van por el camino normal y saludable.

Después de varias horas en las que las contracciones se vuelven cada vez más regulares e intensas (contracciones cada 3 minutos, con dolor en la espalda baja y duración de 40 o 45 segundos), comenzará la “fase activa” del parto que también en general, tomará varias horas y se acompaña de conductas instintivas que te harán buscar posturas, movimientos y cambios en la forma de respirar y/o vocalizar. Con cada contracción, intenta centrar tu atención en la respiración y sensación del aire que entra y sale de forma pausada y rítmica. Centrarse en el ritmo y ruido de tus respiraciones es una muy buena forma de acompañar la incomodidad o el dolor de cada contracción.

Las contracciones que por el dolor que sientes, te guían a colocarte en posiciones como la de inclinarte hacia adelante o balancearte de un lado al otro y que modifican tu respiración (gimes o emites sonidos o soplas el aire que exhalas…) por su intensidad, son las buenas…! Después de un par de horas en este ritmo de contracciones cada 3 minutos, que duran casi un minuto y se sienten mucho más intensas que en las horas previas, es momento de dirigirte al hospital (si es el sitio elegido para parir) o invitar al equipo que te asistirá a dirigirse a tu casa si has planeado un parto en casa.

Cierra los ojos por un momento… siente tu cuerpo… inhala profundamente y al exhalar el aire, confirma en tu mente y tu corazón que “Tú sabes cómo hacerlo”. Es común dudar de la capacidad para dar a luz cuando es por vez primera, pero confía que al paso del tiempo y de las primeras contracciones que sientas, a pesar de ser sensaciones nuevas y desconcertantes, sabrás que estás de parto. Déjate llevar… no te asustes…y fluye… Descubre con gozo y orgullo, que has heredado esta capacidad de parir por el hecho de ser mujer.

Besos, abrazos, cariños de quien te acompaña y está a tu lado, es lo que permite a la oxitocina (hormona reina del parto) producirse para avanzar en la dilatación del cuello de tu matriz y que no puedes medir como lo hará el médico o partera mas adelante (ya que el cerviz o cuello del útero se encuentra al final de tu vagina), pero que puedes estar segura de que se va abriendo por el aumento en la intensidad, duración y frecuencia de las contracciones así como la incomodidad y dolor que las acompaña.

Ten fe en que tu cuerpo sabrá cómo realizar este impresionante y magnífico trabajo. Tú sabes aunque no te lo creas…!

En la fase inicial, uno o varios laaaargos baños en regadera gozando del agua calientita cayendo en tu espalda, producen gran alivio además de favorecer un estado de relajación que a su vez permite que la oxitocina haga su trabajo.

Come lo que se te antoje para mantenerte con energía… bebe lo que necesites para que estés bien hidratada y realiza toda suerte de actividades que te “distraigan” como cocinar, pintar, bailar, cantar…!

Suelta toda tensión física y emocional vocalizando, gimiendo y adoptando tantas posturas o realizando tantos movimientos como tu cuerpo te vaya pidiendo… Escucha lo que te exige tu cuerpo y entrégate sin dudar. El miedo detiene o hace más difícil el trabajo pero la confianza lo afianza para progresar.

Cuando llegue el día en que tu bebé decida nacer, sabrás que estás de parto… no lo dudes…así se manifiesta…! Confía porque la naturaleza te ha regalado esta capacidad para gestar, parir y criar. 

Siiii…! es un trabajo intenso pero tan gratificante y transformador que te colocará en una dimensión distinta de tu existencia y que es la de la maternidad. 

Llámanos… para conversar si a lo largo de estas horas tienes dudas o notas algo que te inquieta, porque escuchar tu voz durante y entre contracciones, nos permite descifrar cómo ayudarte y seguir adelante.

Guadalupe Trueba

"Doulear"

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Por Mercedes Campiglia

La ancestral tarea del acompañamiento de unas mujeres a otras durante el parto, que se ha nombrado de tantas maneras, y a la que hoy llamamos amorosamente "doulear". No se requieren grados académicos para desempeñar está labor, lo cual no implica de forma alguna que no se requieran conocimientos. No se necesitan insignias, lo que no quiero decir que cualquiera pueda practicarla. No hay una única manera de acreditación, ni de ejercicio profesional, ni de trabajo... Múltiples voces que van formando coro sin proponérselo... como los pájaros.

Saberes alternos que reclaman su lugar en la existencia, entretejiendo sus ramas y raíces con las de los saberes hegemónicos de nuestro tiempo. Enredaderas y bugambilias que suben por el sólido tronco de los árboles llenándolos de nueva vida. Formas desordenadas de aprender, enseñar y trabajar que ponen de cabeza a las sólidas estructuras institucionales pero que avanzan demostrando su potencia, su eficacia y su valía.

Merece la pena celebrar, no solo en este Día Internacional de la Doula, sino en este tiempo de obediencia y temor, la pertinencia del saber insubordinado de las doulas, de sus modos irreverentes y su despatarrada forma de dialogar de frente y sin miedo con las solemnes voces de la ciencia.

Parir en amor y libertad

Parir en amor y libertad

Por Mercedes Campiglia

8 de marzo de 2020, una marea de pañuelos y cantos bañó las calles de nuestra ciudad florecida de jacarandas.

Marchamos, compusimos canciones, inventamos gritos que lanzamos al viento para llenar el cielo de palabras.

Se escuchaban ya murmullos de la pandemia pero salimos a abrazarnos y llorar juntas de alegría y de rabia, en una suerte de ritual de despedida.

Y después este tiempo extraño; tras generaciones de pelear por el derecho a las calles, a las escuelas y los trabajos, al transporte público y las plazas, al día y la noche para caminar solas o con quien nos diera la gana... tuvimos que regresar a casa.

Las mujeres violentadas quedaron atrapadas con sus perpetradores, se duplicaron y triplicaron las jornadas; los enfermos en casa, los niños en casa.

Desde la madriguera vimos al personal de salud asustado, desolado, agotado... debatiéndose entre el esfuerzo, el miedo y la impotencia de sentir que a pesar del titánico esfuerzo la vida se le escapaba entre las manos.

Vimos cómo a nuestro alrededor la gente perdía su empleo, su escuela, su vivienda, sus amores.

Vimos también cómo se perdía el terreno ganado en tantas áreas... En la nuestra aumentaron las muertes maternas, las inducciones injustificadas, las cesáreas.

Vimos a mujeres pariendo rodeadas de desconocidos que las trataban como potencial fuente de contagio.

Las vimos también resistiendo, refugiadas en sus casas y rodeadas de sus afectos, empujando la vida desde sus húmedos vientres para acogerla en un tibio abrazo.

Vimos construirse auténticas barricadas para la defensa de la atención humanizada de los nacimientos, y nos atrincheramos en ellas a combatir descarnadas batallas.

Y desde nuestras casas vemos también llegar este 8 de marzo.

Las calles estarán seguramente más vacías este año, pero las jacarandas, felizmente, han decidido florecer una vez más para adornar la primavera de nuestra ciudad.

De una u otra manera habremos de acompañarnos, nuestros corazones marcharán enlazados y nuestras palabras volarán como pájaros que escapen por las ventanas.

Con o sin pandemia nuestras voces se levantan juntas para gritarle al mundo que las mujeres tenemos derecho a parir en amor y libertad.

Haciendo cuentas 2020

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Como cada año, cerramos el ciclo de trabajo haciendo un balance.

Este tiempo ha sido tan particular que merece la pena reportar, no solo las cifras acumuladas en los últimos 12 años, sino también lo ocurrido en este alucinante 2020, así que decidimos agregar las pequeñas columnas de la derecha para enfocar la atención en las particularidades de este tiempo de pandemia.

Nos sentimos muy orgullosas de haber obtenido resultados como estos con un esquema de clases exclusivamente virtuales y enfrentando un entorno tan adverso como el actual, en el que los índices de cesáreas e induccciones ha crecido y el terreno de la atención humanizada se ha visto tan dramáticamente reducido.

Hemos tenido la inmensa fortuna de haber trabajado junto a equipos fantásticos de atención que nos permitieron navegar la tormenta sin hundir el barco. Sigamos trabajando juntos para construir cada vez más balsas a las que las embarazadas puedan subirse en estos tiempos turbulentos, para tener hermosas experiencias de nacimiento en medio de la tempestad.

La relación de la boca con el periné femenino

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Por Guadalupe Trueba

Si miramos con una camarita nuestras cuerdas vocales y hacemos lo mismo en el interior de nuestra vagina, vamos a notar una similitud. Ambas cavidades son muy parecidas.

Como todo está conectado, nuestras cervicales se relacionan con nuestras lumbares y el sacro a través de la columna vertebral.

Cuando relajamos nuestra mandíbula (que solemos tener tensa porque mordemos y tragamos palabras) inevitablemente repercute en nuestra cavidad vaginal ayudando a su relajación, a la del suelo pélvico y de la vulva.

Son dos bocas y canales de poder a través de ambas nos manifestamos con emociones, palabras, proclamaciones, poder, fluidos.

Si una está rígida es muy probable que la otra también. Y si no estamos diciendo algo o retenemos alguna emoción nuestros espacios se cierran. Si los abrimos, se relajan, y eso nos conecta con el placer.

Hagamos un ejercicio: acostadas o sentadas entreguemos todo el peso en el piso respirando profundo como si lleváramos el aire al vientre un par de veces, démosle espacio al útero. Estemos atentas que nuestras nalgas y nuestro suelo pélvico estén disponibles, livianos, sueltos.

Ahora relajemos la mandíbula, solo la soltamos y dejamos que caiga por su propio peso, dejamos también que la lengua ocupe todo el espacio que requiera dentro de la boca, relajando a tal nivel, que se perciba la humedad en la comisura de los labios

Así como estamos, percibamos la cavidad vaginal y la vulva, e imaginemos que podemos hacer lo mismo. Mientras más relajamos la mandíbula, mas se abre nuestra vagina.

El cuerpo se modifica, y la relajación nos conecta con nuestro propio placer.

Ese es un estado más natural que la rigidez y la velocidad que nos imponemos diariamente.

¡Ah! Y nuestra garganta, como nuestra vagina y matriz, ahora tienen más espacio, más aire, más disfrute y más apertura. A más escucha y más conexión con nuestro cuerpo, más disponibilidad, entrega, apertura y empoderamiento.

Tomado del taller de Karen Ritter “Canto Prenatal”

riakkaren@gmail.com

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Hablar de cesáreas

Por Mercedes CampigliaHace tiempo sé que debo escribir este texto pero las ideas remoloneaban en mi cabeza sin atreverse a convertirse en palabras. El que abordaré es un tema difícil del que se habla escasamente. Mientras las historias de nacimiento…

Por Mercedes Campiglia

Hace tiempo sé que debo escribir este texto pero las ideas remoloneaban en mi cabeza sin atreverse a convertirse en palabras. El que abordaré es un tema difícil del que se habla escasamente. Mientras las historias de nacimientos en hermosas tinas rodeadas de velas o en la intimidad de una habitación con piso de duela circulan por las redes, las cesáreas han sido exiliadas al territorio del silencio. He acompañado al quirófano a bellas y maravillosas mujeres que han hecho impresionantes trabajos de parto y que por una razón u otra han tenido que recibir a sus hijos en un entorno quirúrgico y estéril que no hubieran elegido por deseo propio; a ellas les debo este ejercicio de enunciación.

Invariablemente, cuando un nacimiento que se esperaba natural deviene una cesárea, se filtra en la experiencia cierto desazón; una sensación de decepción que anida en algún rincón recóndito del cuerpo y susurra al oído la idea de que se ha fracasado. Se levanta una suerte de pudor que silencia los relatos de nacimientos que ocurren entre enfermeras, bisturíes y campos estériles… y las mujeres que los han vivido dicen tímidamente y casi disculpándose cuando se habla de partos… “no, yo tuve cesárea”. ¿Qué es lo que pasa que se nos acaban las palabras cuando entramos al quirófano? ¿Qué ocurre allí dentro? Creo que esas historias merecen ser contadas y por eso lanzo esta provocación, en un intento por empezar a poner palabras a este terreno que pareciera querer escapar de ellas. Ojalá otras voces se sumen a la mía y empecemos a hablar más del impresionante tránsito de las mujeres a las que les toca andar este escarpado sendero.

La cesárea no es, de ninguna manera, la forma más sencilla para traer un hijo al mundo; no resulta ni remotamente simple ponerse en el escenario de una intervención quirúrgica cuando se ha trabajado para buscar un nacimiento natural y algo se interpone en el camino. Cuando se depositó la confianza en entregarse al ritmo que marca la danza de las contracciones y ello no lleva al destino trazado, la primera e innegable impresión es que en alguna medida el cuerpo ha fallado… ¿por qué si lo he hecho todo bien? ¿por qué si lo deseo tanto?

He visto a muchas mujeres que no han luchado contra las contracciones ni se han revelado ante las sensaciones que produce su cuerpo; mujeres que han danzado armoniosamente con el vaivén del nacimiento, balanceándose al ritmo de su vientre y que, sin embargo, han tenido que enfrentarse el hecho de que su parto no evoluciona. No sabemos por qué esto ocurre, o al menos yo no lo sé, pero la dilatación no avanza, o el pujo resulta insuficiente, o el bebé decide que ya no puede seguir adelante... y las horas de música, aromas, concentración y visualizaciones parecen esfumarse de pronto cuando el médico decide que es tiempo de hacer una cesárea.

Se trata de un momento crítico, un momento en el que algo cae… algo se deja ir, se entrega. La fragilidad queda al desnudo, develando la luna llena de la vulnerabilidad. Es un momento profundamente conmovedor y seguramente transformador para quienes lo atraviesan, aunque en el instante lo único que puede verse es el temor que se levanta y lo envuelve todo con su manto.

Mientras el trabajo de parto es el reino de la oxitocina, lleno de cadencia, luces tenues y belleza; al cruzar la frontera hacia el área estéril del quirófano, se entra a un territorio completamente distinto con coordenadas radicalmente diferentes… el dominio de la adrenalina. Las contracciones suelen detenerse y cuando aparecen su dolor resulta difícilmente tolerable. El ambiente es frío y está lleno de todo lo que asusta… aparatos, personas con los rostros cubiertos, bisturíes y agujas. Al entrar a este paraje, habitualmente, se ha inscrito en el escenario la noción del riesgo y eso profundiza el temor… todo es prisa, las frases son cortas y difícilmente comprensibles y los movimientos se repiten mecánicamente con una precisión que pareciera apuntar a borrar su carácter humano.

La mujer pasa súbitamente de estar a cargo de su cuerpo a ceder por completo el control de éste a un equipo de médicos que lo interviene más allá de cualquier posibilidad de control de su parte. Su cuerpo es manipulado, esterilizado, monitoreado, bloqueado y pareciera que deja de pertenecerle por un rato. Se coloca entre ella y su vientre un velo que marca una fractura: de un lado ella con sus temores y preguntas, del otro este cuerpo al que aparentemente ha abandonado… completamente expuesto en su materialidad descarnada, completamente ajeno. Ella siente cómo su vientre es empujado, tocado; sabe que hay manos en sus entrañas y experimenta la extraña sensación de no poder siquiera controlar el movimiento de uno de los dedos del pie.

Cuando una fractura tal se produce resulta necesario hacer un proceso para reconectar ese cuerpo roto. Desde mi punto de vista, el primer paso en la reconstrucción del entramado es el encuentro con el bebé, por eso resulta fundamental que el recién nacido sea puesto de inmediato en el pecho de su madre. Este sencillo acto es un reconocimiento a la subjetividad de esa mujer que es más que el cuerpo manipulado al otro lado del velo; implica poner la atención donde se encuentra ella, su mirada. Hay que llevar la humanidad al quirófano, revelarse ante el sometimiento pasivo que nos propone, en el que se hace de la mujer un mero cuerpo a ser manipulado. Hay que llenarlo de historias, de risas y de llantos; hay que habitarlo con palabras y arrullos que resuenen es sus paredes frías y las impregnen de la ternura y la calidez necesarias para recibir a un hijo y acunarlo.

Hay que regresarle la palabra a las mujeres valerosas que han enfrentado este camino empinado, en lugar de exiliar sus historias al silencio. Este escrito aspira a dialogar, al menos, con el susurro del fracaso que resuena en los relatos de quienes han vivido una cesárea. Yo en verdad no veo en este recorrida nada del orden del fracaso o la vergüenza, nadie tendría motivo alguno para sentirse decepcionado. Se trata de una ruta compleja, inesperada, desafiante, a la que hay que reconocerle su dignidad sin reservas. Hay reunir el valor necesario para atreverse a mirar la marca que dejó el corte en el cuerpo y en el corazón y abrazarla. Hay que lanzar palabras y construir historias para reapropiarse de ese cuerpo que pareció dejar de ser el propio por un momento. Hay que hablar también de las cesáreas.

La humanidad está de parto: Fase activa

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Por Mercedes Campiglia

En la epidemia de COVID-19 entramos en fase tres, lo que sería equivalente a entrar en fase activa de parto. Y puede sentirse el cambio. Yo he tenido ganas de llorar a cada rato y me doy cuenta de que mi corazón está blandito y permeable, como un cérvix que empieza a abrirse. 

Todo cambio de escenario produce temor, desconcierto, pero no estamos más que recorriendo el camino que esperábamos y que otros han recorrido ya. Se acabó la ladera y estamos ahora subiendo la cuesta de la montaña; ha llegado el tiempo del esfuerzo. Y la brújula que va a guiarnos en el camino es la conciencia de que nada va a sacarnos de aquí más que nuestro propio empuje. 

Nadie puede recorrer el camino por nosotros y no existen helicópteros para llevarnos sin esfuerzo a nuestro destino. Sabemos cuáles son las recomendaciones para recorrer la ruta de mejor manera y tenemos que aferrarnos a ellas como a la cuerda que mantiene al alpinista a salvo: guardarnos y tratar de mantenernos saludables, para lo cual evitar la toxicidad del estrés no es, en absoluto, secundario. 

Tenemos, en esencia, lo que se requiere para realizar el viaje pero será de ayuda hacernos de aquello que pueda ayudarnos a recorrer el trayecto de mejor manera: mantener estrechos los vínculos con nuestros afectos y asegurarnos de tener a mano todo aquello que pueda servir para relajarnos, será de vital importancia: desde aceites esenciales hasta meditación, chocolate, amor, caricias y largos baños de agua caliente, música, aire fresco... Es más importante de lo que podría imaginarse en este momento introducir el placer en la escena para mantener a raya al miedo, que no es un buen compañero de ruta. 

Es tiempo de avanzar un paso a la vez, mirando exclusivamente el pie que camina y no el destino al que se espera llegar. Absoluta concentración. Poco a poco iremos tornando la mirada hacia nuestro interior para encontrarnos de frente con nuestras fortalezas y debilidades, nuestras pequeñeces y grandezas que tendremos que abrazar para seguir adelante y descubrir que tenemos mucho más amplitud interior de la que imaginábamos.

Foto de Nimbe Álvarez

La humanidad está de parto

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Por Mercedes Campiglia

Cada vez se instala con más fuerza en mí la sensación de que, como humanidad, nos estamos poniendo de parto. Vamos avanzando a diferentes ritmos igual que las parturientas de una sala de labor, pero nos aguarda a todos un mismo destino, la tibia sensación de la vida nueva impregnada del olor de nuestras entrañas. 

Y si es que estamos de parto, creo que algunas cosas que los nacimientos nos han enseñado podrían ser de utilidad para atravesar este proceso desafiante que nos llevará a tocar nuestra más radical vulnerabilidad, los más espeluznantes temores, pero también una desconocida fortaleza que aguarda para revelarse feroz ante nuestros ojos. 

Así que estos son los consejos de una Doula en tiempos de Coronavirus:

1. Entender que el proceso es inevitable y que oculta, en el centro de su corazón, un sentido profundo. Cuando dejamos de intentar escapar de un destino que habrá de alcanzarnos y, en cambio, nos plantamos frente a él y lo miramos a los ojos, algo interesante sucede. Podemos observar y en función de lo que vemos reaccionar. El miedo nos lanza a la huida y nos coloca en una posición en la que terminamos corriendo desbocados en cualquier dirección para escapar del monstruo de mil cabezas de nuestras pesadillas. Así que dejar de huir, pararse y mirar de frente lo que se avecina nos permitirá reaccionar más serena y asertivamente. 

2. Saber que, en la inmensa mayoría de los casos, contamos con lo necesario, que estamos equipados para la adversidad. Necesitamos aprender de fisiología para deslumbrarnos ante las fantásticas capacidades de nuestro cuerpo. Al no haber grandes soluciones que pueda ofrecer la medicina, tendremos que asumir que el timón del barco lo llevará nuestro propio sistema. Cuidarnos de la toxicidad, incluida la del estrés, para enfrentar la situación en las mejores condiciones es de vital importancia. Tenemos que entender cómo podemos evitar el contagio pero también qué le ayudará a nuestro sistema a hacer frente al desafío llegado el caso. Reservemos los recursos de la medicina para escenarios puntuales en los que resulte necesario un empujón para destrabar la rueda que se atascó en un charco de barro. 

3. Entender que habrá siempre diferentes posturas. La medicina no es el saber de los dioses ni la palabra irrefutable de la ciencia, es un conocimiento valioso que una mixtura de sujetos interpreta de diferentes maneras. En medio del barullo de voces conviene elegir aquellas “certificadas” a las que habremos de atender. La Medicina Basada en Evidencia, que pone en la balanza los beneficios y perjuicios que acompañan a las intervenciones para determinar las que están indicadas o no en cada momento, enfrenta fuertes obstáculos en un tiempo en el que se le ha encomendado a los médicos “blindar” a los cuerpos de cualquier clase de peligro, “optimizar” su funcionamiento y “vacunar” a la humanidad de todo dolor y potenciales riesgos. Ante semejante imperativo, es frecuente que la ciencia médica termine disparándole a una cucaracha con escopeta buscando evitar cualquier posibilidad de fallo. El tema es que esa clase de medicina no es la que termina dando mejores resultados, así que conviene atender con seriedad las indicaciones que se han diseñado a partir de las investigaciones llevadas a cabo por los organismos más serios en la materia y que son, como suele suceder, sencillas, poco estridentes y accesibles a la mayor parte de la población. 

4. Por último, creo que es fundamental reconocer que el proceso que enfrentamos comprende diferentes fases. No podremos saltar ninguna de ellas pero hay estrategias específicas que nos ayudarán a transitarlas de la mejor manera: 

-Cuando un parto inicia lo que hay que hacer es quedarse en casa y esperar a que madure. Lo que sirve en ese momento es todo aquello que nos ayuda a reforzar nuestra confianza y prepararnos para lo que se avecina y el principal desafío consiste en aprender a manejar el estrés que la situación genera. Así pues, lo que toca al comienzo es guardarse, prepararse y reforzar nuestra confianza. 

-Cuando el parto madura enfrentamos retos nuevos. Llega entonces la etapa del trabajo. Necesitamos esforzarnos para avanzar y, cómo el alpinista que escala una montaña, solo podemos hacerlo un paso a la vez, sin anticiparnos. Si miramos la cima caeremos derrotados, si miramos nuestro pie cuando nos demos cuenta estaremos en la parte más alta de la montaña. 

-Llegará inevitablemente un punto en el que tiraremos la toalla y sentiremos que no podemos salir adelante, que carecemos de lo que se requiere. Se encenderán entonces las luces rojas de todo nuestro sistema haciéndonos sentir que estamos al borde de la muerte. Conviene entonces recordar que estamos cerca del final del camino y que, allí donde no te puede llevar tu pie, te llevará tu corazón; saldremos al otro lado de la turbulencia. 

-Por último, la sensación inconfundible de que se avecina el fin del trayecto. El empujón final que requerirá de toda nuestra energía disponible, olvidarse de uno mismo, dejar el alma y cruzar la frontera de lo que parecía imposible. 

Así pues compañeros, creo que estamos de parto y el parto no es cosa sencilla. Nos lleva al límite de nuestras capacidades. La buena noticia es que se trata de una experiencia profunda y poderosa que nos arroja a través de diferentes estados de conciencia y nos lanza hacia nuevas dimensiones de nosotros mismos, y que al final del trayecto nuevos brotes nos aguardan. 

Y algo que tenemos claro las doulas es que definitivamente conviene parir acompañados, arropados por el amor, en entornos de afecto y cuidado. Así que, ahora más que nunca, unos para los otros, caminando paso a pasito el camino que la vida nos presenta.

Foto: Abril Zapote

¿De dónde viene la fuerza?

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Por Mercedes Campiglia

Se requiere una enorme fuerza para arrastrar la vida del recinto húmedo y oscuro en el que se gesta hacia la realidad luminosa que le permitirá madurar, crecer y dar frutos. Hace falta una potencia indescriptible para que ocurra el tránsito entre mundos que lleva al ser del vientre a la existencia, de la tierra a la luz… Se necesita una enorme cantidad de energía para que un brote asome por la dura cáscara de la semilla y para que una cabeza salga de entre las piernas de una mujer.

Los cohetes espaciales destinan gran parte de su fuselaje a almacenar el combustible que requerirán para atravesar la atmósfera terrestre y van desprendiéndose de su estructura gradualmente en el trayecto hasta alcanzar su destino, esa otra dimensión a la que llamamos espacio. De la misma forma se desprende el niño de su madre al nacer y se desprenderá del hijo la madre cuando le toque parir y más tarde nos desprenderemos todos de nuestros cuerpos cuando llegue el momento de la muerte. 

¿De dónde proviene la fuerza que se requiere para realizar viajes interestelares de semejantes dimensiones? Surge de un sitio desconocido que se oculta, como una cámara secreta, al centro del ser. Nadie puede decretarse propietario de esa tormenta que viene de su interior y le atraviesa arrollando todos aquellos límites que parecían infranqueables. ¿Es el niño quien comanda el viaje de su nacimiento, es la madre la que lo impulsa, es el alma la que opera el abandono del cuerpo llegado el tiempo de la muerte? 

Se trata de procesos de una potencia arrasadora que simplemente ocurren en los sujetos. Sin embargo, en ocasiones, algo pareciera materialmente obstaculizarles. A pesar de que la potencia se despliega plenamente, produciendo un estruendo ensordecedor, da la impresión de que la plataforma no estuviera diseñada para permitir que la nave se desprendiera de ella. Como si una suerte de tranquera invisible impidiera que dicha fuerza se convirtiera en impulso para un viaje. Despegues extremadamente dificultosos que comprenden un tremendo desgaste. En ocasiones, tras quemar toneladas de combustible, hace falta abrir una puerta en el vientre de la madre para que un par de nuevos ojos logren ver la luz.

Quienes nos ayudan a nacer, a parir, a morir… no son los poseedores de la potencia que opera el proceso, ni los protagonistas del evento, son simples compañeros versados en el arte de abrir puertas. Hacen uso de sus conocimientos cuando una cerradura insiste en atascarse para facilitar el flujo torrencial de la vida. 

Nadie es dueño del caudal del río y cada vez que escribo sobre un nacimiento vuelvo a constatarlo. Las palabras se ordenan solas convirtiéndose en frases y párrafos. Las ideas encuentran la manera de llegar hasta la punta de mis dedos y convertirse en palabras de forma que al final cada historia se cuenta a sí misma sin que yo tenga idea de antemano de lo que habrá de decir. Las palabras, anudadas una a la otra, van revelándose como los pañuelos de colores que emergen de la varita de un mago y crean, enigmáticamente, algo que termina teniendo porque cuenta la historia de la vida.

Foto: Abril Zapote

Criar es un trabajo duro

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Criar es un trabajo tremendamente demandante de dificultad extrema. No hay certificación capaz de prepararnos para ello. Es una tarea compleja y generosa que hacemos lo mejor que podemos y equivocándonos de todas las maneras imaginables. Renunciando a dormir por periodos increíblemente largos de tiempo, cediendo incontables recursos... habitaciones de nuestra vivienda, atendemos las necesidades de estos pequeños seres que chillan con un timbre de voz capaz de producir pequeñas descargas eléctricas que ponen en estado de alerta a todas y cada una de las células de nuestro cuerpo. 

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Resulta de enorme ayuda para desempeñar semejante hazaña saber que nuestro bebé no es el único que se resiste con todos los argumentos de los que es capaz a dormir en cualquier superficie que no sea la de nuestro cuerpo, que nuestro pecho no es el único al que se le dificultó el establecimiento de la lactancia, que no somos la única pareja que pelea sin aparente causa cuando el bebé llora y los platos sucios se acumulan en el fregadero. 

Resulta fundamental, en entornos de tal naturaleza, escuchar a otros que están recorriendo un camino igualmente dificultoso que el nuestro... sus estrategias, sus aprendizajes, sus aciertos y sus errores. Las redes que nos sostienen en el posparto no son algo que se pueda contratar; se tiene que tejer. Absolutamente todo en esta vida es más fácil, y más bello, cuando nos acompañamos. 

Mercedes Campiglia

 

Todas acompañadas CDMX

Por Mercedes Campiglia

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El 28 de diciembre de 2018 el Congreso de la Ciudad de México aprobó por unanimidad reformas a la Ley de Salud de la CDMX que otorgarán a las mujeres el derecho a ser acompañadas por una persona de su elección durante el trabajo de parto, parto y posparto (incluyendo los casos de cesárea). Paula Soto Maldonado, presidenta de la Comisión de Igualdad y Género, presentó la iniciativa llamando a la consideración de “mecanismos de aplicación obligatoria” que garanticen su implementación: “Es indispensable fomentar una atención humanizada a las mujeres embarazadas, sin violencia ni discriminación, con un enfoque de derechos humanos durante el periodo de gestación, el parto y el puerperal”(1), afirmó la legisladora.

Representa un enorme logro que las mujeres puedan contar con apoyo de una persona de su elección en el momento del parto. Se trata de un paso imprescindible para la humanización de la atención del nacimiento, pero sin duda se trata de una medida que recibirá la más fuerte de las oposiciones por parte del personal de salud, como ha ocurrido en otros países que nos llevan la delantera en este aspecto. Tal es el caso de Argentina, por ejemplo, en donde algunos obstetras exigían custodia policial para permitir el acceso de los familiares cuando se instauró la obligatoriedad de abrir las puertas de las herméticas salas de parto de los hospitales mediante la reglamentación de la Ley de Parto Humanizado (2). 

La OMS recomienda ofrecer una doula (acompañante profesional del parto) a cada mujer (4), pero no bastarían las doulas ni los recursos para atender dicha recomendación en un país como el nuestro, en el que en ocasiones escasean incluso los guantes para asistir los nacimientos (3). Lo que sí podemos y debemos hacer es enseñar a “doulear” a los familiares de las mujeres; transmitirles los saberes acerca de la fisiología que ayudarán a que el parto progrese, enseñarles medidas alternativas para el manejo del dolor, de forma que sean ellos quienes brinden los cuidados que toda mujer requiere y merece durante el nacimiento de sus hijos. Podemos y debemos también entrenar al personal de salud en lo que a atención humanizada se refiere, enseñarle que el parto es un proceso normal, natural y saludable, que no requiere intervención en la inmensa mayoría de los casos. Debemos recordarles que las mujeres tienen, además de necesidades físicas, necesidades emocionales, cuya atención resultará fundamental para el devenir del evento. 

Será fundamental acompañar esta maravillosa medida legal de recursos concretos que posibiliten su implementación, teniendo en cuenta la compleja realidad institucional que caracteriza a los hospitales públicos de nuestro país. “Nos dicen que tenemos que ofrecer un trato humanizado pero no nos dicen cómo” (3) afirman los profesionales de salud que, frecuentemente, resultan tan violentados como las propias parturientas en un sistema que desconoce sus necesidades y derechos. 

Celebrando este paso hacia el frente en cuanto al reconocimiento de derechos que tardó tanto en llegar pero que finalmente está aquí, queda por delante trabajar para abrir la brecha que permita que cada vez más mujeres tengan acceso a nacimientos humanizados.

Foto: Abril Zapote

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

  1. Portal Oficial del Congreso de la CDMX, en línea [https://congresociudaddemexico.gob.mx/comsoc-aprueban-diputados-reformar-ley-salud-distrito-federal-beneficio-las-mujeres-etapa-gestacional-719-1.html?fbclid=IwAR17Fe85A5TROQzYQN0Ni2GIjdZ_bVa_OZwfTy0fcq1Zi6GzoQTRYhLkZE0].

  2. Campiglia, Mercedes (2017), “El vínculo roto: violencia en las salas de parto”, La Biblioteca, Cuarta época, núm.1, mayo 2017, Argentina, pp. 152-160, en línea [https://bn.gov.ar/micrositios/revistas/biblioteca/la-biblioteca-cuarta-epoca].

  3. Campiglia, Mercedes (2017), “La institucionalización del nacimiento. El vínculo roto”, Tesis de doctorado en antropología, Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS), México, en línea [https://ciesas.repositorioinstitucional.mx/jspui/bitstream/1015/643/1/TE%20C.C.%202017%20Mercedes%20Campiglia%20Calveiro.pdf].

  4. Organización Mundial de la Salud (2017), “Continuous support for women during childbirth”, The WOH Reproductive Health Library, en línea [https://www.who.int/reproductivehealth/topics/maternal_perinatal/support-during-childbirth/en/]

UN NACIMIENTO NO INTERVENIDO, NO MEDICADO Y NO APRESURADO.

UN NACIMIENTO NO INTERVENIDO, NO MEDICADO Y NO APRESURADO.

Tenía muchas ideas de cómo expresar mis sentimientos acerca de un tercer elemento en el parto sin medicación sin intervención y es el de NO APRESURARLO. Revisaba lecturas, evidencia, recomendaciones de la OMS y demás detalles del contenido a incluir, cuando se presentó la oportunidad de apoyar en un nacimiento que ocurrió de una manera en la que se combinó la intervención y medicación justificada en el momento oportuno y que siempre se respetó el NO APRESURAR NADA QUE NO REQUIRIERA SER APRESURADO.

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Apresurar es realizar una cosa mas deprisa de como se venía haciendo; pero mi idea de no apresurar un parto iba más allá de la definición de esta acción, el parto al que tuve el privilegio de acompañar complementó la idea.

A lo largo de un nacimiento que llevó más de 24 horas –de las cuales estuve presente 19 de estas horas –completó lo que deseaba expresar.

Con 41.4 semanas de embarazo, el parto inició de manera espontánea un par de días antes de la recomendación del médico de inducirlo (que es iniciar de forma artificial lo que ya no es conveniente seguir esperando). Comenzó como la gran mayoría de los nacimientos con contracciones irregulares por más de un día y una noche; al menos algo se vislumbraba para dejar que la naturaleza hiciera su trabajo de varias horas de “calentamiento”. De pronto, por la madrugada, arrancó con contracciones cada dos o tres minutos y con una intensidad que hacía que Casilda gimiera y vocalizara con cada dolor, por más de 4 horas; así escuchaba los ruidos que emitía en la larga conversación que mantuvimos por teléfono. Le sugerí darse un largo baño en regadera y reconocer si las contracciones seguían igual de frecuentes y largas, si se hacían aún más intensas o si por el contrario, se espaciaban antes de llamar al médico y escuchar su opinión para trasladarse al sitio elegido para el nacimiento.

Llegando al hospital con 4 cm. de dilatación y condiciones adecuadas del cerviz (cuello del útero), Casilda ingresó para quedarse. Seis horas después de contracciones que correspondían a la fase activa del parto y controlando el dolor con posiciones y masajes de parte de su pareja, alcanzó 6 cm. de dilatación.  

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Ocupamos la tina para mitigar el dolor y si bien la mamá logró un respiro, las contracciones se espaciaron. Saliendo de la tina, Casilda se recostó y quedó profundamente dormida por cerca de dos horas. Luego la regadera y nuevamente posiciones y acciones para regular el ritmo y mejorar la posición del bebé –del que por cierto los papás por su voluntad desconocían si era niña o niño. 

 

Era claro el intenso dolor en el lado derecho de los huesos de su pelvis porque ahí estaba clavada la cabecita del bebé que no se movía a pesar de hacer lo que sabemos hacer las Doulas: relajar los músculos de la pelvis, panza y piernas con masaje y rebozo, trabajar con posiciones de asimetrías pélvicas y desplazamientos, colocarse sobre rodillas y antebrazos para ayudar con la gravedad a que “regresara un poco la cabeza” y volviera a entrar en la pelvis en mejor posición con sacudidas del rebozo en la cadera. Trabajé también técnicas de “Spinning Babies” y practiqué más masajes de panza y lo que conocemos como “La técnica de Maura” (una partera tradicional de Morelos), quien nos enseñó cómo lograr reacomodar esa cabecita que parecía ser la razón del detenimiento en el progreso, ya que sin contracciones regulares, frecuentes e intensas, el progreso es muuuuy lento y desgastante.
No hubo hasta ese momento ni intervenciones médicas ni presión alguna por el tiempo transcurrido. Los latidos cardíacos del bebé eran normales y Luis Espinosa –el ginecobstetra alineado con el modelo médico de la no intervención si no hay una razón para hacerlo – seguía vigilando pacientemente la salud de ambos y dejando que la mamá hiciera lo que quisiera.  

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Luego intentamos más trabajo con pelota, banco de parto y regadera. Y así Casilda trabajó por varias horas más para ser notificados que el progreso seguía detenido. El cansancio se iba acumulando porque transcurridas 12 horas, seguíamos en las mismas y la dilatación no avanzaba. El médico conversó conmigo para explorar las opciones y las intervenciones que ya se hacía indispensable proponer por el tiempo transcurrido desde el ingreso en una aparente fase activa. 

Prudente e inteligentemente propuso administrar oxitocina por vía intravenosa para además hidratar y dar energía a mamá que seguía colaborando como una guerrera pero con una notoria fatiga y hacerlo junto con una epidural para no agotar a esta mujer que colaboraba en todo y con todo lo que se le sugería.

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Para no dejar la historia sin final, poco después de la epidural el bebé se acomodó, mamá pujó por cerca de tres horas en diversas posiciones (cuclillas en cama Hill Rom, banco de parto, cuclillas en el baño), hasta el nacimiento saludable de un niño que, una vez que asomó su cabeza, salió como una flecha y fue directo a los brazos maternos y en contacto piel con piel con la ayuda y apoyo de David Nobigrot –neonatologo a cargo.

Obvio que en todo momento, Arturo – pareja de Casilda y padre del bebé – estuvo presente con caricias, apapachos, abrazos y demás, apoyando a su mujer y siendo cómplice de la producción de la oxitocina (la hormona del amor) recibiendo así el mejor regalo que ella pudo haberle dado. 

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El tema de un parto no medicado, no intervenido y NO APRESURADO, queda como anillo al dedo en nacimientos como éste Ya que no podemos negar que hay condiciones en algunos nacimientos, que requieren ayuda cuando es imperioso hacerlo. La combinación de la no medicación, no intervención y no apresuramiento, con apoyo de la tecnología cuando resulta imprescindible para asegurar en la madre una experiencia positiva y en el bebé un nacimiento saludable, son parte importante de algunos partos.

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Las lecciones aprendidas a lo largo de este sinuoso camino son maravillosas. Primero que la oxitocina y bloqueo (que además fue con la técnica de bloqueo ambulatorio) en un panorama como este, fue la mejor combinación para apoyar un parto que evidentemente detuvo su progreso. Y que en un hospital en que los profesionales de salud están habituados a asistir partos no medicados y no intervenidos y cuentan con las instalaciones que brindan a la mamá, su pareja y su familia las opciones para hacerlo, es una delicia acompañarlos. Es exquisito trabajar en el Sanatorio Durango, un hospital que me puso al entrar una etiqueta que decía “DOULA” y que porté con mucho orgullo.

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Una anécdota más y que me llamó la atención es que alrededor de las 3 de la mañana, entraron a la sala LPR dos estudiantes de medicina que fueron invitadas a observar el nacimiento. Ambas entraron con pijama quirúrgica, gorro y cubre-bocas y lo único que les faltaba eran las botas. Los ojos como platos de una de ellas era sorprendente, porque se encontró a los profesionales de salud sentados en el piso, vestidos con simples uniformes del diario, frente a la mamá que pujaba en la silla maya y en silencio. Nadie hablaba, nadie emitía un sonido que no fuera de apoyo a la mujer que estaba de parto. Una de ellas tímidamente se retiró el cubre-bocas y el gorro dándose cuenta de que nadie más en ese cuarto lo usaba. Me hubiera gustado conversar con ella y conocer lo que pensaba en esos momentos, pero fueron muchas horas y estaba más que rendida de cansancio, así que cuidando también de mi salud, me retiré a casa a descansar del maratónico parto. 

 

Finalizo comentando que si el sujeto que diseñó la cama Hill Rom presente en los cuartos LPR del hospital, nos hubiera visto trabajar en el piso… en el baño… y en todos los sitios inimaginables en que la mamá decidió ubicarse para su comodidad, se hubiera aventado de cabeza por la ventana.

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Invito a los lectores de este artículo a expresar lo que les motive. A los profesionales de salud que asisten los nacimientos y muestran a los más jóvenes su trabajo, a las educadoras perinatales para comentar en clases la realidad sobre las intervenciones en el parto y a las doulas para trabajar en equipo con quienes son responsables de la salud de las familias y compartiendo lo que saben hacer. Finalmente a las familias que se interesen por hacer del nacimiento algo memorable que contar a sus hijos.

Guadalupe Trueba 

Agradezco infinitamente a Casilda y Arturo la oportunidad de acompañarlos para seguir aprendiendo a la vez de sentirme útil y poder trasmitir a otros la lección del día.

Avivar la llama

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Por Mercedes Campiglia

Cada día estoy más convencida de que la clave para tener nacimientos bellos es esa parte desestimada del camino a la que hemos llamado fase inicial del trabajo de parto. Ese trecho que recorremos en casa sin que nadie nos observe, acompañadas de las personas verdaderamente significativas en nuestra historia. El parto íntimo y sin reflectores que andamos paso a pasito entre nuestra cama y nuestra regadera es la verdadera llave que abre las puertas a los nacimientos empoderados de mujeres lobas capaces de tomar su cuerpo y hacer con él el milagro de la vida.

En la mayoría de los casos las mujeres corren asustadas a los hospitales cuando las contracciones empiezan a volverse intensas, corren a entregarle su cuerpo a alguien que pueda encargarse de confirmarles si progresan o no, de darles instrucciones sobre cómo andar este camino desconocido y desconcertante. Corren hacia allá porque se sienten incapaces de hacer el parto por sí mismas y se sienten incapaces porque les hemos hecho creer que de ninguna manera podían asumir esta tarea.

Algunas mujeres, sin embargo, logran permanecer refugiadas en su cueva esperando a que el proceso madure en su interior, confiando en que no necesitan ser rescatadas de sus sombras, que pueden navegar en ellas guiadas por una brújula misteriosa y desconocida que hallan de pronto en algún rincón de su ser, son ellas las que suelen llevarse la recompensa de los nacimientos grandiosos, aquellos en los que se descubre que no hace falta para parir más fuerza que la propia ni más red que la de los afectos.

El parto es un acto privadísimo, conmovedor hasta la médula; necesitamos andar un camino como éste en nuestras casas, con las luces bajas y los corazones abiertos. Cuando hemos decidido dar a luz en un hospital, necesitamos un equipo de profesionales sensibles que refuerce nuestra confianza para que podamos recorrer la mayor parte del camino en casa; profesionales dispuestos a ceder su protagonismo para dedicarse a observar nuestro proceso sin pretender tomarlo en sus manos.

Un parto que inicia es una pequeña llama que se enciende y a la que un soplo de viento puede fácilmente apagar. Yo he observado una y otra vez cómo a las mujeres que llegan pronto a los hospitales los nacimientos empiezan a dificultárseles. Cuando esperamos pacientemente a que la llama se convierta en una hoguera ya no hay protocolo que consiga acabar con ella.

De verdad qué importantes son las visitas de posparto!!

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Ella no podía dormir hacía tres noches; me cuenta que está desesperada porque su bebé no come y no ensucia pañales, que no consigue despertarlo para alimentarle por lo que ha empezado a darle biberones de fórmula. Me dice que tiene congestionados los pechos y que le duele todo el cuerpo desde el parto por lo que no ha conseguido levantarse de la cama.
Salgo a verla de inmediato. Cuando empezamos a charlar sobre su parto me cuenta que aunque dificultoso, fue una experiencia en la que se sintió cuidada y acompañada. Tomo al bebé que duerme enrollado en cobijas con las manos metidas en una especie de guantes; lo desnudo y lo pongo en el pecho de su madre porque entiendo que ese es el primer paso siempre... contacto piel con piel para activar las hormonas del apego que aceitan la maquinaria.
De inmediato el bebé se prende al pecho y veo que come perfectamente. "¿Ves que se duerme y no succiona? Los otros días chupaba mucho más fuerte" Dice ella. "Así comen los bebés", le contestó "chupan un poquito y luego descansan. Y come tranquilo porque te acaba de bajar la leche... tus pechos no están congestionados sino cargaditos de leche". "Pero no hace pipí", alega. Abro el pañal y lo encuentro pesado y caliente. "Este es un pañal mojado... claro que está haciendo. No va a salir empapado hasta dentro de unos meses, ahora su estómago es pequeñito como una canica y hace chorritos". Suspira de alivio. Le ayudo a acomodar a su bebé para que no se lastimen los pezones ni se canse la espalda ni se presione el piso pélvico y de pronto sus párpados empiezan a cerrarse hasta que queda dormida. Le pido al papá que se quede cuidándoles a ella y a su bebé y me voy a casa aliviada.


¿Es este un cuadro de depresión posparto, de síndrome de estrés postraumático? No! Se trata de una consecuencia del absurdo de la sociedad contemporánea que nos ha hecho creer que no necesitamos de nadie para la crianza, que podemos rascarnos con nuestras propias uñas entre las cuatro paredes de nuestras casas. Para criar a un niño se necesita una tribu. Aprendemos a amamantar viendo a otras mujeres lactando, aprendemos lo que es normal y lo que no cuando otras madres nos lo cuentan. Necesitamos tejer redes, acompañarnos unas a las otras y enseñarnos los saberes ocultos que sólo las mujeres que hemos tenido hijos conocemos. Susurrarnos al oído los secretos que pasan de las abuelas a las nietas y que nos confirman que sabemos cómo hacernos cargo de nuestros cachorros.
No necesitamos ansiolíticos ni antidepresivos, no necesitamos psiquiatras en la inmensa mayoría de los casos. Necesitamos a otras madres como nosotras, dispuestas a acercarse un rato a escucharnos y a contarnos que aunque parezca todo complicado ahora, ellas lograron sobrevivir a la experiencia de la crianza. Que los dolores que sentimos en el vientre son la buena señal de que nuestro útero está contrayéndose y que los bultos en nuestra senos nos advierten que leche ha bajado para llenarlos de vida. Que nos tranquilicen contándonos que nuestros bebés duermen porque se sienten satisfechos y no porque han perdido la energía.
Necesitamos unas de las otras para tejer juntas el telar de la vida.
Mercedes Campiglia

Dar la mano...

 

Por Guadalupe Trueba

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Dar la mano es una forma de apoyo en el parto. Y apoyo se define como una presencia terapéutica de otra persona en la que se lleva a cabo una interacción de humano a humano a través de conductas de cuidado (Jordan 2013).

La importancia del apoyo en el parto –también conocido como acompañamiento en el parto –reside en los resultados obtenidos tanto para la madre que da a luz, como para el bebé que nace.

Uno de los elementos esenciales del acompañamiento es que este sea continuo. Los resultados de las últimas investigaciones sobre los beneficios del acompañamiento a las mujeres en el parto, indican que “apoyo continuo” significa que la persona no va a irse de su lado y la salud de ambos, mamás y bebés, tienen estadísticamente mejores resultados. De manera que dar la mano implica aquí estoy y no me voy a ningún lado.

En las palmas de nuestras manos hay receptores que con la presión alteran la percepción del dolor y además producen un sentimiento de seguridad y de calma. Dar la mano es algo que produce en el otro una emoción particular de contención, aliento, compañía y empatía.

La mujer de parto busca que le den la mano… literal y de manera figurativa. Durante las contracciones si cierra los ojos, a la vez busca una mano de que tomarse… también una barra, una tela o lo que sea, pero busca de donde agarrarse y que mejor que hacerlo de la mano de otro. Hay una fuerza muy particular que trasmite la mano del que acompaña, se pone en sus zapatos y ofrece apoyo. También el silencio que implica el gesto de ofrecer la mano es importante. Dar confianza de que la mano no se retira sin que el otro lo solicite y siempre que desee de nuevo que se la den… ahí estará...!

Las manos se deben enganchar de tal manera que los dos involucrados sienten seguridad con sus respectivas fuerzas. Darles fuerza a través de este acto tan significativo por el poder, la confianza y la seguridad que genera en la madre. (Angela Boker)

He escuchado en ocasiones que el personal de salud comenta “no le des la mano porque te la destroza” y es que conocen la fuerza con la que la mujer se agarra cuando desea emplear su fortaleza para pujar… o si le duele mucho y está en estado de descontrol.  La mano debe acompañarse de la mirada y atenta escucha.

Para la mayoría de las mujeres no hay momento en la vida más importante que el momento del parto. De igual manera no hay una forma de apoyar más efectiva que dar la mano a quien acompañamos en el parto.

La mano de la madre se transforma, de una fuerza impresionante para asirse al pujar, a la ternura y delicadeza con la que recibe al bebé en brazos y lo acaricia por vez primera. 

El significado de ofrecer la mano y la tranquilidad de ser tomado de la mano en el camino, no para detener o impedir, sino para acompañar, es de un valor impresionante.
s. Se te quiere y admira.
Para finalizar, comparto un escrito de Mercedes Campiglia que dice: "En mi balance como doula, estoy convencida de que no es más exitoso un parto sin bloqueo que uno en el que la madre fue anestesiada. Qué se lleva uno del parto es lo importante. Yo me quedo con todas las horas en que hemos trabajado juntos al ritmo de sus vientres, con las risas y los llantos compartidos. Con el apoyo incondicional de los hombres a su lado. Me quedo con los buenos médicos que sujetan la mano de las mujeres cuando se sienten perdidas, que les dicen las palabras precisas que hacen que los nacimientos avancen. Me quedo con sus cabezas sumergidas en mis rebozos, con el balanceo, con el canto y las habitaciones embriagadas de olor a mandarina y vida. Me quedo con el llanto de los esposos cuando reciben a su hijo en brazos, con su asombro al cortar los cordones. Me quedo con la mirada atenta de los niños en los pechos de sus madres, con el carácter único e irrepetible de ese primer encuentro en el que los padres miran a su bebé para reconocerlo, sus brazos, sus piernas, sus dedos. Me quedo con la felicidad de las familias que desfilan por las salas de espera y las habitaciones de los hospitales haciendo del nacimiento una fiesta. Me quedo con todo!!! En mi balance, todo nacimiento respetado es un éxito."

Foto: Abril Zapote
 

El inicio de un camino largo

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Por Mercedes Campiglia

Hoy por hoy creo que una de las tareas más importantes que hago como doula es ayudar a las mujeres a permanecer en casa al inicio del trabajo de parto, especialmente cuando éste tarda días en arrancar. El parto se parece más a un maratón que a una carrera de 100 metros y cuando inicia no hay nada que las instituciones de salud puedan hacer por las futuras madres; por el contrario, tienden a tratar de agilizar las cosas desconociendo el ritmo propio de cada cuerpo.

Está documentado que llegar demasiado pronto al hospital incrementa las probabilidades de que se practiquen intervenciones innecesarias que terminan desviando al nacimiento de su curso natural... pero es un desafío no correr con el médico cuando el cuerpo empieza a comportarse de maneras extrañas, como lo hace durante el parto. Fluidos desconocidos, desplazamientos de huesos y presiones extrañas sumadas a un cocktail de hormonas, llevan a las parturientas a preguntarse con frecuencia si todo marcha como debería.

Decirles que lo mejor es permanecer en casa hasta que las contracciones sean realmente intensas y frecuentes no es decir una mentira pero en ocasiones, cuando esto tarda días en ocurrir, ellas pueden sentir que son libradas a su suerte y experimentar la indicación como una suerte de abandono; todos siguen con su vida como si nada ocurriera y ella no puede escapar del parto.

La doula normalmente llega a acompañar cuando las contracciones se han establecido pero en mi experiencia, en los recorridos de arranque lento, que alguien venga a verte un rato, te de un masajito en la espalda, charle contigo de cómo te sientes, te confirme que lo que percibes es parte del proceso y te recuerde que cada cuerpo avanza a un ritmo único, es de gran ayuda para que la confianza arraigue y de frutos. No es necesario permanecer pegada a ella durante días, tampoco eso la complacería en un momento en el que requiere intimidad; pero una visita regularmente es bienvenida.

En estos casos es particularmente importante el trabajo en equipo con los profesionales que se encargan de custodiar la salud de los bebés y de sus madres para darle a las mujeres la seguridad que necesitan experimentar y que les permitirá quedarse tranquilas en casa haciendo lo que tienen que hacer cuando un parto inicia; producir oxitocina y avivar la pequeña llama que todavía podría apagarse de un soplido pero que se convertirá en hoguera si se le da el tiempo suficiente y un ambiente propicio.

 

Una maternidad sin moños

Por Mercedes Campiglia

A 10 años de haberme convertido en miembro activo del concurrido club de la maternidad, llega la idea de escribir un par de reflexiones al respecto. Creo que lo recargado de las narrativas en torno al tema me habían llevado guardar una distancia prudente, pero hoy caigo finalmente en la tentación de escribir sobre la experiencia de ser madre… o de ser hija, esperando sinceramente escapar de la melcocha que persigue como una maldición a este departamento.

Las peripecias que llevan a las mujeres a convertirse en madres me apasionan. ¿Qué es eso que hace que una mujer pueda abrir en su interior el espacio necesario para que de allí surja otro sujeto? ¿Cómo es que puede darle cabida a ese otro en su cuerpo o en su vida? Hay todo tipo de recorridos para volverse madre; hay quienes se encuentran con sus hijos después de pujar en una sala de partos y quienes los encuentran debajo de un puente o adentro de una probeta. No existe UNA maternidad a la que mujeres diversas tratamos de ceñirnos con más o menos éxito, sino un sinnúmero de formas diferentes de ensayar esta experiencia alucinante de abrirle paso a otro a través del propio ser.

A mí me tocó en esta vida por madre una mujer poco convencional; no recuerdo las tardes de mi infancia jugando con ella a las muñecas ni cocinando galletas. Mi mamá siempre trabajó y estudió y por las noches, casi todos los fines de semana, también sale de fiesta. Su único sueño nunca ha sido el de ser madre, es muchas otras cosas al mismo tiempo y de forma igualmente apasionada.

Mi mamá no me llevaba comida caliente a la puerta de la escuela en el recreo, como lo hacían algunas de las madres ejemplares de mis compañeros, ni se levantaba temprano para preparar suculentos desayunos cuando un licuado con huevo integrado podía resolver de un sorbo el trámite de la alimentación matutina… pero me enseñó todo lo que puede disfrutarse un chocolate; creo que a nadie he visto en la vida comerlo con tanto gusto como a ella.

No recuerdo una sola tarea en la que me haya ayudado pero no pasó una noche de mi infancia sin que me leyera un cuento. Creo que por eso soy amante de las historias bien contadas. Cualquiera puede recitar el sonido de las letras para formar palabras, pero eso no es contar un cuento. Todavía hoy, a veces, me siento a escucharla cuando les lee a mis hijos que la oyen entre las sábanas, con esa combinación maravillosa de atención y sueño que sólo conocemos aquellos a quienes nos contaron cuentos para dormir.

Nunca supo hacer trenzas francesas ni peinados elaborados con listones; recuerdo más bien los nudos en el cabello siempre suelto y siempre largo como una constante que podían alcanzar, por momentos, dimensiones insospechadas… Mi mamá no sabe gran cosa de los temas que las mamás dominan habitualmente pero sabe muchas de las cosas realmente importantes de la vida. Sabe que vale la pena tirarse al sol como las lagartijas, meterse a la alberca por las noches y cantarle a la vida cuando estás triste y cuando estás contenta. Mi mamá me enseñó que hay que mirar el paisaje cuando se viaja y que no hay nada más bello que el mar aunque de vez en cuando te revuelquen las olas o el sol te queme o los mosquitos te coman... porque siempre vale más el gozo que la pena.

Mi mamá no es la más diestra peinadora ni la más hábil cocinera pero es sin duda la más divertida de todas. Me enseñó que los que se aburren son los tontos porque en esta vida maravillosa siempre hay algo que vale la pena. Me dejó andar en bicicleta y salir sola a la calle; me dejó ir de viaje cuando a la mayoría de mis amigas no les permitían hacerlo. Aceptó que nuestra casa se convirtiera en refugio de decenas de animales en desgracia que mi hermana y yo rescatábamos; perros abandonados, pájaros heridos, pollitos de oferta, ardillas prisioneras… 

De ella aprendí que vale la pena pelear por lo que uno sueña y que hay que pelear también por los sueños de los otros. Aprendí también que hasta los mejores sueños pueden derrumbarse y que las personas vuelven a surgir de entre los escombros para seguir adelante. Mi madre fue siempre consciente de que no podía vacunarme de la vida, ni del dolor, ni de la muerte, y estuvo dispuesta a acompañarme en este viaje, sin más.

Mi mamá se equivocó en montones de cosas y yo he hecho lo propio. Mis hijos se han caído de la cama, de las carreolas, de los columpios…  De manera incomprensible han comido las cosas más insólitas; uno de ellos se las arregló para tragarse una canica de metal y al otro le di un huevo revuelto con vidrio cuando todavía ni siquiera caminaba. Recuerdo haber llorando a moco tendido con ellos cuando se suponía que debía consolarlos. He sido muchas veces más dura de lo necesario y me he obsesionado por hacer las cosas de manera correcta estropeándolo todo. Ha quedado a estas alturas perfectamente establecido que por más que me lo proponga no tengo manera de ser una madre perfecta. Mis hijos siempre tienen el pelo más largo de lo debido, los pantalones excesivamente rotos y no consigo mantener sus uñas nunca suficientemente cortas ni medianamente limpias…

Sólo espero poder disfrutar con ellos tanto como lo ha hecho mi madre conmigo. Ojalá pueda transmitirles el gusto que ella me ha enseñado por entrar al cine con una dotación suficientemente abundante de refresco y palomitas, el gusto por charlar de cosas importantes y de tonterías, por hilar unas ideas a otras, por saltar las olas. Si puedo enseñarles a mirar el mundo con una mirada enamorada, me doy por satisfecha. Creo que, en el fondo, de eso es de lo que se trata la maternidad, de darse cuenta de que los hijos no son algo propio, sino compañeros del camino. No hay que moldearlos sino caminar a su lado y aprovechar la posición privilegiada que la maternidad nos obsequia para observar el fabuloso espectáculo de las jacarandas floreciendo en primavera.