Por Mercedes Campiglia

La institucionalización en la atención de los nacimientos es una realidad en nuestro país. Un 98% de los partos ocurren en instituciones de salud públicas, por lo que para hablar de humanizar el nacimiento hay que tomar el toro por los cuernos y entrar a discutir las prácticas de atención en las instituciones de salud. Para abordar la problemática de la híper-medicalización del nacimiento en las instituciones es necesario atender, de manera simultánea, cuatro ejes fundamentales: La capacitación-sensibilización del personal, la educación perinatal, el acompañamiento durante el parto y la apropiación del espacio. 

 

Capacitación-sensibilización

Para humanizar el parto necesitamos profesionales dispuestos a seguir aprendiendo estrategias nuevas, a sentarse en el suelo para recibir a los bebés en las posiciones y los lugares que las mujeres elijan para parir, porque de esa manera nuestros resultados de salud serán mejores. El parto humanizado es incómodo, obliga quienes lo atienden a pasar noches sin dormir, a experimentar dolores musculares insólitos por las horas de contrapresión en los huesos de la pelvis, a trabajar en posiciones extrañas, a faltar a toda clase de eventos familiares y compromisos laborales… Sólo puede atender de este modo quien está enamorado de la belleza de atestiguar el surgimiento de la vida y de ver la fortaleza de la mujer desplegándose. Es por eso que, a la par del enfoque científico que apunta a señalar la pertinencia de evitar las intervenciones, es necesario realizar un proceso de sensibilización entre el personal de salud que debería arrancar en las aulas de las escuelas de medicina y enfermería.

No podemos pensar en un parto humanizado sólo para la mujer. La medicina institucional opera bajo una lógica productiva en la cual madre, médico y enfermera son piezas de una maquinaria que dará por resultado un “producto” saludable. Y no es de la producción de lo que se trata el nacimiento; se trata de un acto de amor al que debe restituírsele la dignidad y reconocérsele el carácter trascendente.

 

Educación perinatal

Día a día tenemos más nacimientos quirúrgicos y no se trata de un tema exclusivamente asociado con las decisiones de los profesionales de salud. Cada vez con más frecuencia las pacientes llegan pidiendo una cesárea a sus proveedores de salud por considerarla más segura, sencilla y beneficiosa. El discurso dominante permea a los sujetos y es internalizado por ellos. Así pues, una de las piezas clave para que una transformación significativa en la atención del nacimiento ocurra, es que las mujeres así lo deseen. Es por ello que resulta fundamental la preparación para el parto. Una preparación en la que las mujeres reciban información veraz, basada en evidencia, para tomar las decisiones que consideraran pertinentes. Una preparación que las invite a reapropiarse de sus cuerpos, a reconocerlos, a entender la fisiología del parto y el papel activo que podrían adoptar en la experiencia.

 

El acompañamiento

La mayor ayuda ante la dificultad que el parto representa está dada por la posibilidad de ser acompañada de un ser querido, especialmente cuando se trata de la pareja. La posibilidad de parir acompañadas hace que el momento del nacimiento se cargue de afectividad. Atravesar juntos por una experiencia como el nacimiento en la que se encuentran el mayor dolor y la mayor alegría tiene una suerte de efecto iniciático; estrecha los vínculos y permite renovar las alianzas. Es inaceptable que en nuestros hospitales públicos se obligue a las mujeres a parir en soledad. Si pudiera elegir una sola bandera para levantar en la humanización del nacimiento, elegiría ésta. Las mujeres deben tener derecho a parir acompañadas de quien ellas elijan porque el nacimiento de un hijo no es un evento médico, es un evento profundamente humano y transformador que es necesario vivir en compañía de un otro significativo.

El mayor placer de la experiencia, en todos los casos, está asociado con recibir al bebé húmedo y tibio en brazos en el momento mismo del nacimiento. Entregar el hijo a los padres es un gesto que reconoce su centralidad en el proceso y el momento de encuentro entre los que conforman esta familia que se funda a partir del nacimiento es indescriptible. El parto no es un trámite, no es un procedimiento, no es un tratamiento, es un momento inaugural cuya cúspide es la llegada del bebé a los brazos de sus padres.

 

El espacio

El espacio humilla o empodera, libera o atrapa, asusta o tranquiliza. El espacio es una poderosa intervención sobre el cuerpo de las mujeres. Un modelo de atención, para ser realmente revolucionador, debe considerar esta variable. Es necesario que las mujeres puedan apropiarse de los paritorios, que los llenen de sus sonidos y sus olores porque el parto es un evento íntimo. Hace falta garantizar cierto grado de privacidad y permitir la movilidad para poder hablar de una atención humanizada. Como afirma Guadalupe Trueba “La mujer dando a luz en un hospital se ve obligada a hacer algo muy privado en un lugar público”.

 

Así pues, para en verdad avanzar en la humanización del nacimiento, es necesario trabajar desde diferentes frentes. Necesitamos legislar, incidir en las políticas públicas, trabajar con los profesionales y con las mujeres… Necesitamos revolucionar un sistema de salud que pone las normas sin considerar a los sujetos.