Para mi la experiencia de parto en agua abrió muchas posibilidades de conocimiento sobre mi propio cuerpo, sobre mis procesos de embarazo y maternidad y sobre cómo compartir estos procesos con mi pareja. Desde el inicio de mi embarazo muchas amigas, familiares e incluso mujeres que apenas conocía me compartieron sus experiencias de parto y noté que en la mayoría de los casos, lamentablemente la medicina convencional limita terriblemente el ejercicio de nuestra salud reproductiva. Muchas mujeres me contaron que les hicieron cesáreas innecesarias, ya sea por recomendaciones de los propios médicos bajo el pretexto de la edad, la forma de la cadera, o la posición del bebé; o simplemente para evitar el dolor. Al preguntarnos con Mateo qué tipo de parto queríamos recién empezamos a pensar en la posibilidad de dar a luz de forma natural. Honestamente yo veía esta posibilidad como algo muy lejano: tengo 37 años y muchos de los médicos que me revisaron inicialmente calificaban mi embarazo como de alto riesgo por la edad, a pesar de que yo me sentía fuerte y de que el embarazo se desarrolló de forma totalmente normal. Por otra parte, varias de mis amigas que han tenido partos recientemente me contaron de experiencias de parto en casa, natural, con el apoyo de doulas, o en agua. Supe también de amigas cercanas que sin haberlo planeado dieron a luz en casa solo con el apoyo de sus compañeros. La experiencia de ellas me dio valor para explorar la posibilidad de parto en agua. Yo no tenía conocimiento de que se hiciera en México, y mucho menos que hubiera tinas en hospitales… incluso tenía la duda de si mi seguro cubriría este tipo de parto. Afortunadamente un par de amigas me pusieron en contacto con los médicos y equipos que atienden parto en agua en hospitales de la Ciudad de México, porque yo vivo en Zamora, así que les contacté y luego de revisiones y entrevistas, el Doctor Ramón Celaya me dijo que mi embarazo era normal y que no veía mayores impedimentos para hacer el parto en agua. Durante gran parte de mi embarazo pensé y visualicé esta posibilidad, a veces con miedo al dolor, a las complicaciones, al momento del parto en sí. También traté de prepararme físicamente. Desde hace una década el ejercicio cotidiano ha sido escencial para conocer mejor mi cuerpo y para equilibrar mis emociones, así que pensé que para una experiencia tan física como el parto lo mejor sería mantener abiertos los canales de comunicación con mi cuerpo mediante algo de yoga, natación y caminatas. Siento que todo esto me ayudó a que la experiencia del parto fuera más tranquila y consciente. Por otra parte, el agua es un medio que me da mucha energía, intimidad y paz. Luego aprendí que el agua es también un buen analgésico. El momento del parto finalmente llegó, primero con contracciones leves que se fueron intensificando durante dos días en que Mateo me ayudó a pasarlas con masajes y respirando mediante vocalizaciones. Cuando se hicieron más regulares nos fuimos al Sanatorio, donde el equipo médico junto con Lupe Trueba ya nos esperaban. Luego de un momento de trabajo de parto en la habitación nos fuimos a la sala de parto, la tina estaba ya con agua caliente. El médico y Lupe nos fueron recomendando algunas posturas para pasar las contracciones cada vez más intensas con la pelota de yoga, con el rebozo que colgaba del techo… y cuando el momento del parto se acercó más nos sugirieron a Mateo y a mi que nos metiéramos a la tina. Sentí que se hizo una burbuja, primero al interior de mi cuerpo, en contacto muy estrecho con esa personita que también trabajaba fuerte para salir al mundo y con Mateo. Ahí estábamos los tres solos, acompañándonos. Fuera de la tina nos guiaban con claridad, certeza y precisión las instrucciones del Doctor Celaya, en total coordinación con la presencia y el apoyo puntual de Lupe. Mi cuerpo las seguía como si supiera lo que debía hacer, de forma muy fluida. Al final sí hubo algo de miedo, algo de duda, algo de dolor, pero encima de éstos sentimientos hubo mucha fuerza, mucho apoyo, mucha luz. Escuché entonces la voz del médico anunciando: “tu bebé está naciendo”, luego un sonido que llenó todo el espacio y que tardé en reconocer como el llanto de Martina. La pusieron en mis brazos, que a la vez estaban rodeados por los brazos de Mateo, y ahí nos quedamos contemplándola, sumergiendo su cuerpito en el agua tibia, por un largo largo rato.
Gabriela Z.