Raúl y yo estábamos muy ilusionados en tener un parto natural. Nos habíamos preparado durante semanas en el curso y estábamos convencidos que era la mejor opción para los 3. Al principio fue difícil aceptar el parto natural completamente debido al miedo y la incertidumbre de cómo sería, pero semana a semana nos fuimos convenciendo de que era lo mejor para que naciera nuestra bebé. Los chequeos de rutina con el ginecólogo iban de maravilla. La bebé estaba saludable y de cabeza desde el 7o mes. Lo único que faltaba era esperar a que se encajara y empezar el trabajo de parto. Al cumplir la semana 39 sentí dolores muy intensos en el vientre bajo y empecé con pequeñas contracciones, muy irregulares y sin aumentar la intensidad. Llamamos a nuestro doctor quien nos dijo que fuéramos al hospital pero debido a que los dolores desaparecieron y el movimiento de la bebé seguía siendo constante y normal no asistimos. Pasó otra semana sin nada de contracciones y un día antes de cumplir las 40 semanas asistimos nuevamente al doctor. Al buscar la cabeza de la bebé en el ultrasonido se dió cuenta que estaba sentada, no se había encajado y en lugar de eso se había ido hacia arriba. Aunado a esto, el ritmo cardiaco de la bebé había disminuído y nos sugirió programar una cesárea para el día siguiente. Nos dijo que era mejor para la salud de la bebé y obviamente no quisimos arriesgarla. Fue un golpe bastante fuerte para mí pero gracias al apoyo constante de mi esposo tomé valor y nos decidimos a programar la cesárea para el 25 de febrero del 2012. Toda la experiencia fue algo totalmente nuevo ya que nunca había estado hospitalizada en mi vida y no sabía nada de hospitales hasta ese momento. El procedimiento fue muy rápido, creo que más tardamos en llegar al hospital y prepararnos que en tener entre nuestros brazos a nuestra hija. Afortunadamente hablamos con el doctor antes y le pedimos que aunque fuera nacimiento por cesárea nos dejara tenerla piel a piel y que intentara prenderse al seno. Fue maravilloso poder escucharla y verla por primera vez. Mi esposo estaba atento a todo lo que le hacían, a dónde la llevaban y me contaba paso a paso lo que estaba sucediendo. Una vez que estaba limpia y envuelta la pasaron a mi lado y pudo prenderse al seno casi inmediatamente. Creo que esta fue la razón de tener un inicio de lactancia exitoso. El alojamiento conjunto que tuvimos en el hospital nos ayudó a darnos cuenta de todo lo que podía pasar en casa con la pequeña diferencia de que en el hospital nos resolvían nuestras dudas al instante. Fue muy bueno hacer esto ya que no llegamos tan en blanco a casa con la bebé. Las primeras horas de nacida fueron difíciles, en el sentido de que no comía y nos preocupamos ya que decían que no debía pasar más de 4 horas sin alimento. Eso aunado a la presión de familiares hizo que nos decidiéramos a darle su primer trago de fórmula (en un vasito). Horas después y con malavares pudimos lograr que la bebé se prendiera del seno y comiera normalmente. Fue la primera y única vez que tomó fórmula y hasta el día de hoy toma exclusivamente leche materna. El apoyo que tuvimos de todas las personas que conocimos en el curso fue primordial. Es increíble todas las dudas que uno tiene al principio y siempre es bueno poder contar con alguien de tanto conocimiento. Agradecemos profundamente a Guadalupe, Mercedes, Ana y María Elena quieres con su tiempo, dedicación, apoyo, empeño y cariño nos ayudaron en esta nueva etapa de nuestras vidas. De todo corazón gracias por todo
Ana y Raúl Del Puerto