Por Guadalupe Trueba
Tuve el privilegio de participar –si bien a punto de perderme del nacimiento porque fue muy rápido- en el segundo parto de Mar. En la madrugada, tal y como la mamá lo había presentido por semanas, su hijo decidió entrar de lleno a este mundo.
Mi relato no viene a narrar un parto –si bien fue hermoso y lleno de amor y de armonía- sino el después, cuando el hermano mayor del recién nacido hizo entrada triunfal al cuarto en el que su mamá lo sostenía en brazos y en contacto piel con piel. Llegó a conocer a su hermano en brazos de su orgulloso y emocionado papá, quien estuvo apoyando a Mar en el parto mientras la abuela cuidaba de Emiliano en la sala de espera.
El parto es un evento que impacta profundamente a la mujer y su familia y en esta ocasión, tuve la fortuna de atestiguar la hermosa escena en que la familia se reunió pocos minutos después de nacido Emiliano, tal y como lo muestra la imagen que acompaña este testimonio.
Yo invito a exigir que los hospitales –puesto que se los percibe como el lugar en el que los nacimientos parecen ser más seguros- consideren las necesidades de la familia para la inclusión de un nuevo miembro. Ya dos mamás a quienes tuve el privilegio de acompañar, decidieron dar a luz en su casa para no separarse por tanto tiempo de sus hijos e invitarlos a participar del evento de la llegada de sus hermanos. En otra ocasión planeamos con anticipación la presencia de dos doulas en el parto para que una de nosotras cuidara del hermano en un sitio cercano al hospital mientras la otra asistía a la madre, ya que en ese nacimiento los familiares que hubieran podido hacerse cargo del hijo mayor residían en el extranjero.
Invito a considerar los días, a veces dos o tres, que tarda la mamá en regresar a su hogar. Ya me tocó, en alguna ocasión, ver a una mamá llorando porque debía separare por primera vez de su hijo mayor para ir al hospital a parir al hijo que llegaría en unas horas.
La mamá que da a luz por segunda o tercera ocasión necesita estar segura de que sus otros hijos están bien para poder entregarse al nuevo nacimiento; esto influye en el progreso del parto. Una mamá de parto comenzó a mostrar conductas de preocupación y ello provocó que el parto se detuviera. “¿Qué es lo que te preocupa?” pregunté… “Es que sé que mi hija está allá afuera con los abuelos y estoy preocupada porque ya le toca ir a dormir”. Así que salí a la sala de espera y les dije: “La mamá de esta nena no puede continuar el parto hasta saber que uno de ustedes se llevará a la niña a dormir porque son más de las 12:00 de la noche”. Acto seguido entré a decirle a la mujer: “Asunto arreglado, tu hija va camino a su camita”. A partir de ahí, ella pudo continuar con su labor.
Me gustaría saber ¿por qué en las áreas de maternidad de la mayoría de los hospitales está prohibida la entrada a los hermanitos? Algunas excepciones como Bite Médica, que surgió de la idea de un gran médico que se propuso hacer las cosas de manera diferentes sin restar seguridad a las familias, son digno ejemplo a seguir. También Médica Sur Lomas permitía la entrada de los hermanos tras el nacimiento –aún no comprendemos bien a bien cómo es que cerró sus puertas con los años que llevaba siendo ejemplo de atención humanizada del nacimiento- pero sus razones tendrá.
Lo que interesa es crear consciencia acerca de la importancia del momento del encuentro para que los profesionales de la salud exploren posibilidades que permitan participar a la familia en un evento que corresponde a la familia.