Por Mercedes Campiglia
Cada vez se instala con más fuerza en mí la sensación de que, como humanidad, nos estamos poniendo de parto. Vamos avanzando a diferentes ritmos igual que las parturientas de una sala de labor, pero nos aguarda a todos un mismo destino, la tibia sensación de la vida nueva impregnada del olor de nuestras entrañas.
Y si es que estamos de parto, creo que algunas cosas que los nacimientos nos han enseñado podrían ser de utilidad para atravesar este proceso desafiante que nos llevará a tocar nuestra más radical vulnerabilidad, los más espeluznantes temores, pero también una desconocida fortaleza que aguarda para revelarse feroz ante nuestros ojos.
Así que estos son los consejos de una Doula en tiempos de Coronavirus:
1. Entender que el proceso es inevitable y que oculta, en el centro de su corazón, un sentido profundo. Cuando dejamos de intentar escapar de un destino que habrá de alcanzarnos y, en cambio, nos plantamos frente a él y lo miramos a los ojos, algo interesante sucede. Podemos observar y en función de lo que vemos reaccionar. El miedo nos lanza a la huida y nos coloca en una posición en la que terminamos corriendo desbocados en cualquier dirección para escapar del monstruo de mil cabezas de nuestras pesadillas. Así que dejar de huir, pararse y mirar de frente lo que se avecina nos permitirá reaccionar más serena y asertivamente.
2. Saber que, en la inmensa mayoría de los casos, contamos con lo necesario, que estamos equipados para la adversidad. Necesitamos aprender de fisiología para deslumbrarnos ante las fantásticas capacidades de nuestro cuerpo. Al no haber grandes soluciones que pueda ofrecer la medicina, tendremos que asumir que el timón del barco lo llevará nuestro propio sistema. Cuidarnos de la toxicidad, incluida la del estrés, para enfrentar la situación en las mejores condiciones es de vital importancia. Tenemos que entender cómo podemos evitar el contagio pero también qué le ayudará a nuestro sistema a hacer frente al desafío llegado el caso. Reservemos los recursos de la medicina para escenarios puntuales en los que resulte necesario un empujón para destrabar la rueda que se atascó en un charco de barro.
3. Entender que habrá siempre diferentes posturas. La medicina no es el saber de los dioses ni la palabra irrefutable de la ciencia, es un conocimiento valioso que una mixtura de sujetos interpreta de diferentes maneras. En medio del barullo de voces conviene elegir aquellas “certificadas” a las que habremos de atender. La Medicina Basada en Evidencia, que pone en la balanza los beneficios y perjuicios que acompañan a las intervenciones para determinar las que están indicadas o no en cada momento, enfrenta fuertes obstáculos en un tiempo en el que se le ha encomendado a los médicos “blindar” a los cuerpos de cualquier clase de peligro, “optimizar” su funcionamiento y “vacunar” a la humanidad de todo dolor y potenciales riesgos. Ante semejante imperativo, es frecuente que la ciencia médica termine disparándole a una cucaracha con escopeta buscando evitar cualquier posibilidad de fallo. El tema es que esa clase de medicina no es la que termina dando mejores resultados, así que conviene atender con seriedad las indicaciones que se han diseñado a partir de las investigaciones llevadas a cabo por los organismos más serios en la materia y que son, como suele suceder, sencillas, poco estridentes y accesibles a la mayor parte de la población.
4. Por último, creo que es fundamental reconocer que el proceso que enfrentamos comprende diferentes fases. No podremos saltar ninguna de ellas pero hay estrategias específicas que nos ayudarán a transitarlas de la mejor manera:
-Cuando un parto inicia lo que hay que hacer es quedarse en casa y esperar a que madure. Lo que sirve en ese momento es todo aquello que nos ayuda a reforzar nuestra confianza y prepararnos para lo que se avecina y el principal desafío consiste en aprender a manejar el estrés que la situación genera. Así pues, lo que toca al comienzo es guardarse, prepararse y reforzar nuestra confianza.
-Cuando el parto madura enfrentamos retos nuevos. Llega entonces la etapa del trabajo. Necesitamos esforzarnos para avanzar y, cómo el alpinista que escala una montaña, solo podemos hacerlo un paso a la vez, sin anticiparnos. Si miramos la cima caeremos derrotados, si miramos nuestro pie cuando nos demos cuenta estaremos en la parte más alta de la montaña.
-Llegará inevitablemente un punto en el que tiraremos la toalla y sentiremos que no podemos salir adelante, que carecemos de lo que se requiere. Se encenderán entonces las luces rojas de todo nuestro sistema haciéndonos sentir que estamos al borde de la muerte. Conviene entonces recordar que estamos cerca del final del camino y que, allí donde no te puede llevar tu pie, te llevará tu corazón; saldremos al otro lado de la turbulencia.
-Por último, la sensación inconfundible de que se avecina el fin del trayecto. El empujón final que requerirá de toda nuestra energía disponible, olvidarse de uno mismo, dejar el alma y cruzar la frontera de lo que parecía imposible.
Así pues compañeros, creo que estamos de parto y el parto no es cosa sencilla. Nos lleva al límite de nuestras capacidades. La buena noticia es que se trata de una experiencia profunda y poderosa que nos arroja a través de diferentes estados de conciencia y nos lanza hacia nuevas dimensiones de nosotros mismos, y que al final del trayecto nuevos brotes nos aguardan.
Y algo que tenemos claro las doulas es que definitivamente conviene parir acompañados, arropados por el amor, en entornos de afecto y cuidado. Así que, ahora más que nunca, unos para los otros, caminando paso a pasito el camino que la vida nos presenta.
Foto: Abril Zapote