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Por Mercedes Campiglia

La vida nos regaló este parto hermoso en medio de la turbulencia. Una película invisible blindó a la llegada de la vida del miedo y la angustia que parecen hoy tener la capacidad de posarse sobre casi cualquier superficie y sobrevivir por dias en ella. 

Yo había estado con esta pareja en el nacimiento de su primer hijo y habíamos planeado cuidadosamente la llegada de este segundo para librarla del estrés y la angustia que habían acompañado su primer experiencia de la cual ella salió literalmente llena de moretones. Eligieron ahora un médico fantástico y pasamos semanas preparando los detalles. 

Lo que nunca pudimos prever es que llegara un virus de China a desquiciar todos los planes del mundo. Pero hay que ser flexible y esta vida, según voy viendo, se trata más de dejarse llevar que de tratar de marcar un rumbo. 

Como el hospital que habían elegido no permitía el acceso de las doulas debido a la contingencia, acordamos con su médico que yo les acompañaría en casa para recorrer allí la mayor parte del trayecto y los pastorearía hasta el hospital para dejarles en manos del equipo de salud. 

Así lo hicimos y cuando estaba lista para marcharme dejándoles ya un pequeño trecho de la ruta por recorrer, la vida nos abrió en una rendija insospechada que nos permitió nuevamente recorrer juntos el viaje completo hasta llegar a puerto. “Dios me regaló el parto que deseaba” dijo ella después de que su bebé naciera en una tina tibia y fuera colocado en su pecho mientras ella era cálidamente sostenida por el abrazo de su compañero al que le agradeció llorando el camino andado hasta ese día. 

Vuelvo a casa conmovida para sumergirme nuevamente en el tiempo pausado, profundo e íntimo de estos días de tornar la mirada hacia adentro... que no ofrecen algo tan diferente a lo que ocurre en los nacimientos.