Me desperté con la sorpresa de que el parto había empezado para esta familia un par de horas antes de que yo tomara el teléfono, mi cuerpo se inundó de adrenalina, es una sensación única esto de saber que tienes una nueva oportunidad de acompañar la llegada de una nueva vida, esta increíble familia recibiría a su primer bebé y lo recibirían en casa, decisión tomada a consecuencia de una contingencia que nos llama a no salir desde hace ya varias semanas.
Y así pasó el día, esperando, comunicándome para preguntar cómo iban, la cuestión en estos días de pandemia es que la recomendación inmediata de distraerse no es tan fácil de seguir, no se puede salir a desayunar, a caminar o a tomar un helado, hay que ponerse creativos para mantenerse en casa y no estar centrándose en el ritmo de las contracciones, que van y vienen, que de repente se regularizan, se ponen intensas; al pasar de las horas, las cosas van cambiando y mejor hablamos, quiero escuchar la voz de Mara, sus palabras, sus sonidos, se empiezan a notar cambios y me latió que debía moverme, desde temprano estaba segura de que nos veríamos esa noche, así que puse en orden mis cosas y me fui para allá, al filo de las 7 estaba entrando a un hogar que ya se sentía llenito de oxitocina y que olía a lasagna, si, Luis preparó lasagna para que cenáramos, era como si supiera que las cosas no iban para largo y era como llegar a una cena de cuates para festejar lo mejor de la vida, era sentirse en casa, rodeados de amor y de seguridad... ya estaba ahí Itzel, quien llegó un poco antes y que ya tenía la tina inflada, la guardiana de la vida ya estaba pendiente y radiante, qué increíble escena, a pesar de estar ya muy avanzada, Mara se veía en paz, concentrada, divina, toda una diosa que recibía el dolor y lo convertía en poder, atravesaba cada una de las contracciones con sutileza y no dejaba de sonreír, poco a poco las hormonas hacían su trabajo y después de haber estado platicando y riendo, la voces fueron menguando, las palabras se convirtieron en cantos y los ojos se mantenían cerrados, Luis tomaba las manos de esa poderosa mujer, besaba su frente, sus labios, caricias iban y venían, diferentes posiciones, palabras de aliento, concentración y magia. Nos movimos a la tina, el agua tiene ese poder de aislar a la pareja, de aumentar el contacto y aliviar el dolor, no queda mucho por hacer más que estar, mirar a los ojos y esperar. Mi parte favorita en los partos es la transición, empiezas a notar cómo se cambia la piel en esa mujer que está a punto de convertirse en madre, disfruto muchísimo observar al otro, su mirada cambia, no entiende lo que pasa, pero siguen firmes no se rajan, viene lo rudo, las emociones más intensas aquí se juntan, el trance está en su pico más alto, llega el miedo, la incertidumbre y en el aire se respira la cercanía del momento para saber si es niña o niño, les había dicho que era sorpresa? una contracción menos, metemos un espejo a la tina para que puedan ver lo que está pasando y cómo el cabello se va asomando, esta pequeña ha llegado al final del camino, un largo camino recorrido que solo significa el fin para un nuevo comienzo, con un éxtasis total reciben a su más preciado tesoro, qué es? qué es? me invade la emoción y no puedo evitar que los ojos se me llenen de lagrimas, nunca voy a dejar de llorar en un nacimiento, es el momento de la vida en el que se desprende más amor, más felicidad, son los tres uno mismo, la energía llega y recorre cada centímetro del lugar, nos llenamos de esta fuerza y sonreímos.
Fue uno de esos partos en los que sientes que “no haces nada” porque todo fluye, la vida se abre paso de una forma sutil, armoniosa y sin invitarnos a meter mano, tal y como fue pensado... tal y como debería ser concebido siempre que se va a recibir a un hijo, claro que ahora se siente un bajón marca mañana no te vas a poder mover por tanta contrapresión y tanto masaje pero felices estamos, la jornada todavía no termina, dejamos todo “ordenado” para irnos a casa, mamá y bebé están reconociéndose, papá toma miles de fotos, hace los anuncios pertinentes, piel con piel, lactancia, todo es perfecto y lo mejor? la familia se queda en su casa. Vamos de salida pero nos detenemos a cenar, si, esa buenísima lasagna que esperaba en el horno y que nos despide de una noche hermosa y llena de paz.
Nimbe Álvarez