Todo comenzó con la salida del tapón mucuoso en la madrugada. Sabía que algo comenzaba pero me rehusaba a escuchar porque aún faltaba para la semana 40. Se iniciaba la cuenta regresiva para el nacimiento de mi bebé. Permanecimos en casa todo el día, en mi embarazo no había sentido contracciones o no sabía cómo eran, pero ese día comencé a sentir algo diferente y cuando empezaron las verdaderas contracciones pude identificarlas. Llamamos a la doula (Mercedes) y a la doctora (Margarita), para avisarles lo que estaba ocurriendo. Mi doctora me dijo aún faltaba mucho pero yo sabía que no faltaba tanto. A media noche le dije a mi esposito que comenzara a preparar mi maleta, él creía que nos iríamos al hospital a la mañana siguiente pero le dije que no. El camino al hospital era largo (una hora y media) y mi papá pasó a buscarnos para llevarnos. Llegó pero estuve casi una hora más en el baño y luego dije “es tiempo de irnos”. Me acomodé en la parte trasera del auto con unas almohadas y permanecí concentrada; en cada contracción vocalizaba y entre una y otra descansaba y oraba a Dios pidiéndole que todo saliera bien. Para mí el viaje fue corto, así lo sentí. A la primera que vi al bajar del auto fue a Mercedes, en esos momentos ya las contracciones eran más intensas. Mercedes me ayudó desde ese momento y ya no se separó de mi lado. Mi doctora me revisó y me dijo que llevaba 6 de dilatación. Me sugirió tomar un baño caliente y al salir de la regadera ya estaba lista y sentía deseos de pujar. Me metí a la tina y recuerdo que mi doctora me dijo “ya falta poco para que nazca tu bebe”. Comencé a pujar, sabía cómo hacerlo, pujaba y descansaba, en esos momentos mi esposito estaba a mi lado, ya no se separó. Comencé a pujar en 4 puntos, después en otra posición y no pasaba nada, la doctora me decía que tocara la cabeza de mi bebé y así lo hice… sentí cómo bajaba pero se regresaba. Volvimos a cambiar de posición, mi esposito se metió a la tina para sostenerme pero no nacía mi bebe, en esos momentos comencé asentirme vulnerable porque ya estaba cansada pero no desistí. Intentamos más posiciones fuera del agua: en la camilla, de pie, en 4 puntos, colgada… pero mi bebé no bajaba. En el último intento yo sentí que era demasiado tiempo; algo ocurría, vi la luz del día y supe que ya había amanecido. Le dije a Dios “no puedo más, ¿qué debo hacer?“ Entonces tuve una sensación de paz en mi interior y le avisé a la doctora “vamos por una cesárea, no baja mi bebé y es momento”. En ese instante vi la mirada de Mercedes, quien fue mi apoyo al igual que mi esposito, no sé cómo explicar esa mirada, sólo la recuerdo en mi corazón. En mi interior supe que era tiempo de seguir y ese fue el último momento en que me sentí en control de la situación. Cuando comenzaron a colocarme el suero en el quirófano yo ya no podía sentir qué era lo que seguía. En cuanto me pusieron la anestesia y comenzó a hacer efecto empecé a descansar, a dormitar. Cuando abrí los ojos de nuevo vi a mi esposito a mi lado y a Mercedes detrás de él. No recuerdo mucho, había pasado 5 horas aproximadamente pujando y estaba demasiado cansada.  Traté de permanecer despierta para ver a mi bebé pero no la vi, ni siquiera la escuché llorar. Tuvo complicaciones al nacer. Mi esposito me dijo “no te preocupes, todo va a salir bien”, yo con lágrimas en los ojos le dije “ve y no te separes de ella, yo estaré bien”. Cuando terminó la cesárea Mercedes permaneció a mi lado dándome ánimos. Después, en la sala de recuperación me quedé con una enfermera y en esos momentos, con lágrimas en los ojos, le di gracias a Dios porque ya había nacido mi bebé y le pedí que la cuidadara. Algo dentro de mi sabía que todo saldría bien y pasaría pronto. Ahora sé que con este parto aprendí a ser más fuerte. Nosotros podemos trazar un camino, nos preparamos, estudiamos y creemos poner todo en orden para que salga lo mejor posible, pero Dios tiene un plan distinto para nosotros. Mi trayecto cambió en un abrir y cerrar de ojos, tuve que confiar en que todo sería mejor por el nuevo camino y así fue porque mi bebé no bajaría, venia en una posiciónincorrecta y algo dentro de mi me lo dijo. No voy a decir que me sentí feliz al dejar el camino planeado, esperado, incluso anhelado, sólo que en el nuevo camino conocí mi fortaleza, mi confianza en Dios. Sé que Él nos creó perfectas, que podemos escuchar nuestro cuerpo, podemos ser valientes para parir a nuestros hijos, podemos manejar los dolores de parto, somos capaces de ayudarle a nuestros bebés a llegar este mundo. A pesar de que no culminó el descenso de mi princesa y tuvo que nacer por cesárea, yo sé quesólo faltó el último empujón pero viví una experiencia hermosa y hoy puedo decir que lo volvería a intentarlo. Fuimos creadas para que en nuestras entrañas Dios formara a nuestros bebés y somos capaces de parirlos sin ningún temor, sólo hay que ser valientes y confiar. Les dejo muchas bendiciones futuras mamás, todo es para bien. Ángeles de

Franco

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