Por Guadalupe Trueba
Cómo me habrá visto Paula de cansada que al despedirme de ella me dijo mirándome a los ojos con inmensa pena “perdóname por todos los jalones”. Y es que para apoyar en el parto hay que poner el cuerpo además de amor, pasión, entrega, compasión y kilos y kilos de fuerza física para sostener, jalar, cargar cuando la mamá te extiende los brazos y te mira para que vocalices con ella, para que la sostengas si sube, si baja, se inclina o se te deja caer peso completo.
Manolo también dijo lo suyo “vas a necesitar un spa para mañana”. Pero nada… la oxitocina que se derrama para todos los que estamos presentes, hace de las suyas, y al día siguiente lo único que sentía era una paz y alegría inmensas por haber dado todo y haber tenido el privilegio de apoyar con lo que pude.
Tenía más de 18 meses sin acompañar partos -a mis 72 años no es fácil renunciar a esta sublime experiencia- pero así lo había decidido después de 4 décadas y más de 2500 partos.
El llamado de Mercedes esa mañana me sacudió y a la vez me llenó de alegría “querida me vas a suplir en el parto que recién inició”.
Llegué a un hogar que emanaba alegría, entusiasmo y una inmensa confianza por como el trabajo de parto progresaba, lento pero seguro, mientras Itzel escuchaba los latidos del corazón de Danna.
La tina de agua caliente -como suele ocurrir- daba el alivio al dolor que Paula requería. Por momentos se iba a la cama y el descanso entre almohadas que se colocaba en todos los puntos que necesitaban apoyo parecían aliviarla y permitirle un descanso del intenso trabajo.
Los masajes fueron llegando desde los pies, piernas, caderas y espalda con la pomada de Doña Queta. Pero nada aliviaba más que las caricias y besos de su compañero que se fueron convirtiendo en voces de “tu puedes… lo estás haciendo increíble… síguele… sí así…”.
La pelvis se abría como podía para dar cabida a una nena que pesó cuatro kilos 250 gramos.
Vocalizó y todos con ella… gritó y todos con ella… hasta que con fortaleza y decisión dijo “yo ya me voy… yo ya me quiero ir…yo ya no puedo más aquí”. Si bien ya llevaba pujando más de dos horas, estaba ante un parto desafiante y no podemos dejar de escuchar los deseos -que son derechos- de la mujer en cuanto a la forma en que desea ser apoyada para finalizar la intensa tarea.
El traslado al hospital tomó 10 minutos, la Dra. Itzel revisó nuevamente el ritmo del corazón de Danna y después de un bloqueo muy suave que le permitió a Paula pujar en cuclillas, sobre el banco de parto y con una fuerza impresionante, apareció buena parte de su cabecita por la vulva. De ahí, y como es natural que ocurra, viene la felicidad extrema, el abrazo y el descanso.
Gracias Paula, Manolo, Itzel, Penelope, Faride, Nuri por haberme recibido en el equipo.