Olía a Lasaña

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Me desperté con la sorpresa de que el parto había empezado para esta familia un par de horas antes de que yo tomara el teléfono, mi cuerpo se inundó de adrenalina, es una sensación única esto de saber que tienes una nueva oportunidad de acompañar la llegada de una nueva vida, esta increíble familia recibiría a su primer bebé y lo recibirían en casa, decisión tomada a consecuencia de una contingencia que nos llama a no salir desde hace ya varias semanas. 

Y así pasó el día, esperando, comunicándome para preguntar cómo iban, la cuestión en estos días de pandemia es que la recomendación inmediata de distraerse no es tan fácil de seguir, no se puede salir a desayunar, a caminar o a tomar un helado, hay que ponerse creativos para mantenerse en casa y no estar centrándose en el ritmo de las contracciones, que van y vienen, que de repente se regularizan, se ponen intensas; al pasar de las horas, las cosas van cambiando y mejor hablamos, quiero escuchar la voz de Mara, sus palabras, sus sonidos, se empiezan a notar cambios y me latió que debía moverme, desde temprano estaba segura de que nos veríamos esa noche, así que puse en orden mis cosas y me fui para allá, al filo de las 7 estaba entrando a un hogar que ya se sentía llenito de oxitocina y que olía a lasagna, si, Luis preparó lasagna para que cenáramos, era como si supiera que las cosas no iban para largo y era como llegar a una cena de cuates para festejar lo mejor de la vida, era sentirse en casa, rodeados de amor y de seguridad... ya estaba ahí Itzel, quien llegó un poco antes y que ya tenía la tina inflada, la guardiana de la vida ya estaba pendiente y radiante, qué increíble escena, a pesar de estar ya muy avanzada, Mara se veía en paz, concentrada, divina, toda una diosa que recibía el dolor y lo convertía en poder, atravesaba cada una de las contracciones con sutileza y no dejaba de sonreír, poco a poco las hormonas hacían su trabajo y después de haber estado platicando y riendo, la voces fueron menguando, las palabras se convirtieron en cantos y los ojos se mantenían cerrados, Luis tomaba las manos de esa poderosa mujer, besaba su frente, sus labios, caricias iban y venían, diferentes posiciones, palabras de aliento, concentración y magia. Nos movimos a la tina, el agua tiene ese poder de aislar a la pareja, de aumentar el contacto y aliviar el dolor, no queda mucho por hacer más que estar, mirar a los ojos y esperar. Mi parte favorita en los partos es la transición, empiezas a notar cómo se cambia la piel en esa mujer que está a punto de convertirse en madre, disfruto muchísimo observar al otro, su mirada cambia, no entiende lo que pasa, pero siguen firmes no se rajan, viene lo rudo, las emociones más intensas aquí se juntan, el trance está en su pico más alto, llega el miedo, la incertidumbre y en el aire se respira la cercanía del momento para saber si es niña o niño, les había dicho que era sorpresa? una contracción menos, metemos un espejo a la tina para que puedan ver lo que está pasando y cómo el cabello se va asomando, esta pequeña ha llegado al final del camino, un largo camino recorrido que solo significa el fin para un nuevo comienzo, con un éxtasis total reciben a su más preciado tesoro, qué es? qué es? me invade la emoción y no puedo evitar que los ojos se me llenen de lagrimas, nunca voy a dejar de llorar en un nacimiento, es el momento de la vida en el que se desprende más amor, más felicidad, son los tres uno mismo, la energía llega y recorre cada centímetro del lugar, nos llenamos de esta fuerza y sonreímos. 

Fue uno de esos partos en los que sientes que “no haces nada” porque todo fluye, la vida se abre paso de una forma sutil, armoniosa y sin invitarnos a meter mano, tal y como fue pensado... tal y como debería ser concebido siempre que se va a recibir a un hijo, claro que ahora se siente un bajón marca mañana no te vas a poder mover por tanta contrapresión y tanto masaje pero felices estamos, la jornada todavía no termina, dejamos todo “ordenado” para irnos a casa, mamá y bebé están reconociéndose, papá toma miles de fotos, hace los anuncios pertinentes, piel con piel, lactancia, todo es perfecto y lo mejor? la familia se queda en su casa. Vamos de salida pero nos detenemos a cenar, si, esa buenísima lasagna que esperaba en el horno y que nos despide de una noche hermosa y llena de paz.

Nimbe Álvarez

Una flor en la tormenta

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Por Mercedes Campiglia

La vida nos regaló este parto hermoso en medio de la turbulencia. Una película invisible blindó a la llegada de la vida del miedo y la angustia que parecen hoy tener la capacidad de posarse sobre casi cualquier superficie y sobrevivir por dias en ella. 

Yo había estado con esta pareja en el nacimiento de su primer hijo y habíamos planeado cuidadosamente la llegada de este segundo para librarla del estrés y la angustia que habían acompañado su primer experiencia de la cual ella salió literalmente llena de moretones. Eligieron ahora un médico fantástico y pasamos semanas preparando los detalles. 

Lo que nunca pudimos prever es que llegara un virus de China a desquiciar todos los planes del mundo. Pero hay que ser flexible y esta vida, según voy viendo, se trata más de dejarse llevar que de tratar de marcar un rumbo. 

Como el hospital que habían elegido no permitía el acceso de las doulas debido a la contingencia, acordamos con su médico que yo les acompañaría en casa para recorrer allí la mayor parte del trayecto y los pastorearía hasta el hospital para dejarles en manos del equipo de salud. 

Así lo hicimos y cuando estaba lista para marcharme dejándoles ya un pequeño trecho de la ruta por recorrer, la vida nos abrió en una rendija insospechada que nos permitió nuevamente recorrer juntos el viaje completo hasta llegar a puerto. “Dios me regaló el parto que deseaba” dijo ella después de que su bebé naciera en una tina tibia y fuera colocado en su pecho mientras ella era cálidamente sostenida por el abrazo de su compañero al que le agradeció llorando el camino andado hasta ese día. 

Vuelvo a casa conmovida para sumergirme nuevamente en el tiempo pausado, profundo e íntimo de estos días de tornar la mirada hacia adentro... que no ofrecen algo tan diferente a lo que ocurre en los nacimientos.

Él

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“Siempre has conocido a una yo fuerte y decidida que piensa en algún plan para todo, pero hoy las cosas no podrán ser así. Hoy será el día en que yo me rinda, el día en que, con la mirada más sincera, te diré que ya no puedo más. Hoy te elijo a ti para entregarme en cuerpo y mente, porque en este momento tan vulnerable, no puedo confiar más en nadie más que en ti.

En este momento, a pesar de que no domines ni las técnicas ni la teoría, sabes lo que yo soy, lo que quiero; conoces los escondites de mi fuerza interna y las palabras y los matices que necesito en cada momento para despertar cada una de mis emociones. Te dejo a ti el timón sabiendo que sortearás cada ola con el instinto de un hombre que ama y el de un padre que protege.

Nosotros estaremos concentrados en nuestra labor, en un trance instintivo y quizá salvaje, esperando por reencontrarnos triunfantemente los tres con una sonrisa llena de descanso y de cariño. Éste será nuestro primer trabajo en equipo, el primero de nuestros retos, y lo haremos a nuestra forma, escuchándonos a nosotros mismos.”

Éste es un fragmento de una carta que ella había preparado para el momento de su parto. Él lo leía con la voz un poco quebrada mientras, entre contracción y contracción, descansaba los brazos para el siguiente masaje.

Las horas pasaron, la marea subía. Ella concentrada en sí. Y él... su labor era dura: alternaba entre ser el personaje que hablaba con el médico, los enfermeros, etc. y el marido que amorosamente protegía el mundo paralelo en el que su mujer se encontraba.

Masajes, vibraciones con el rebozo, besos, caricias, compresiones... las vocalizaciones subieron de tono y él las acompañaba con convicción aunque sin la desinhibición que el dolor inyecta. Ella estaba emocionada de pensar que ese dolor y esa sensación indicaban que el momento estaba cerca, pero el trabajo de él requirió más fuerza y más amor tras la desilusión de su mujer, a penas 4 de dilatación.

El calor de las aguas revelaron el comienzo de ese momento de quiebre del que ella hablaba en su carta, pero permitieron también que se le abriera camino a ese chiquito al que tanto deseaban. Ocho de dilatación. A ambos les brillaron los ojos y recargaron fuerzas para el verdadero momento de transición.

Parecía que ahora él se rendía también, pero no podía ser así, era él el capitán. Con los brazos deshechos, el corazón engrandecido y abrazado a la cadera de su esposa, permitió que pasaran las horas para que ella abrazara su momento. Así, llegaron por fin al pujo y el bebé llegó al pecho de su madre, tan tranquilo que parecía que había entendido el pacto que habían hecho entre los tres.

“Nuestro primer trabajo en equipo, mi luna de miel”, pensaba ella agradecida mientras regresaba a esta realidad.

Odiseas

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Este relato será largo porque la historia que le dio origen lo fue también. Son largas las odiseas y las epopeyas. Están llenas de victorias y derrotas, alegría y llanto. El camino empezó mucho tiempo atrás, cuando un muchacho de 15 le confesó a quien, aunque no lo sabía entonces, años más tarde sería su mujer, que su más grande sueño en esta vida era casarse y formar una familia. No se trata de un sueño clásico de 15 pero era el suyo.

Ella tenía sueños propios.. carrera, maestrías, doctorados, viajes. Su cabeza volaba entre invaluables libros antiguos y las historias que contaban, mientras su corazón resguardaba un terror oculto a la maternidad. Cuando pensaba siquiera en parir literalmente su cerebro se apagaba y perdía la conciencia.

Pero pasó la vida y llegaron las ganas. Las negociaciones entre el temor y el deseo tomaron su tiempo y la pareja pasó unos cuantos años intentando un embarazo que requirió de mucha valentía, el tatuaje de una higuera, el dolor de una pérdida y un empujón médico para finalmente producirse.

Cuenta la historia que una mujer, parada frente a un árbol de higos, debía elegir alguno de ellos porque, como se ha repetido hasta el cansancio, “en esta vida no se puede tener todo”. Pero ella lo quería todo entonces ilustró el libro de su piel imprimiendo una bella higuera con todos sus higos para obligar a la historia a que tuviera un desenlace diferente.

El embarazo llegó finalmente y llegó también la fecha para que el parto ocurriera pero el cuerpo no terminaba de decidir si esto era o no una buena idea. Pasaron 24 horas de contracciones que no se animaban a regularizarse. Estuve en su casa una madrugada con ellos; cuando pensamos que había llegado el momento fuimos al hospital para que la revisaran pero faltaba aun un lago trayecto. Volvieron entonces a casa a navegar por otras 24 horas de contracciones.

Como ello no ocurría se tomó la decisión de darle un empujón más al cuerpo para que terminara de arrancarse. Pasaron 12 horas entonces de oxitocina y cada vez que sentíamos que estábamos cerca, descubríamos que estábamos lejos. Su madre entró a la habitación a tratar de ayudar amorosamente: “Hijita, suelta el miedo. Tú niña ya puede nacer, ya está completita”, le repetís mientras palmeaba su cuerpo. Pero el nacimiento seguía demorándose y la familia, tras unas cuantas horas de espera, aceptó trasladar su ansiedad de noticias a un lugar más confortable que las frías bancas de los hospitales.

Pasó, entre tanto, una tormenta inesperada, un apagón de luz, todo un 14 de febrero de enamorados circulando por las calles. Cuando sentíamos que se agotaban las opciones y la fuerza, intentamos el agua. Metió a la tina sus piedritas de poder que elegía alternadamente para frotar con sus manos en las contracciones. “Llevo demasiado tiempo soñando con este momento”. Su marido entró con ella y la música y los rebozos y la aromaterapia... el pujo llegó incontrolable pero aunque el cervix se abría lentamente, no terminaba de ceder, hasta que empezó a inflamarse. Intentamos entonces la analgesia. Ella estaba absolutamente agotada. Cayó rendida en cuanto la sustancia empezó a circular por su cuerpo y detuvo el dolor con el que llevaba dos días y tres noches trabajando. Durmieron exhaustos y pensamos que ese empujón podría ayudar a que terminaran de ceder lar resistencias de los tejidos y del alma. Pero no fue así. Después de seis horas sin progreso se tomó la decisión de una cesárea.

Cuando Lucía llegó finalmente, después de semejante travesía, a los brazos de sus padres, la acompañó una explosión de amor, alegría y llanto. Nunca vi a un padre llorar tanto. “Tu sueño”, le dijo ella mientras él observaba enternecido sus perfectos brazos y sus ojos rasgados. El conjuro de la higuera se cumplió y ahora lo tenía todo. “No me arrepiento de nada” dijo.

¿Habrían podido elegir un atajo para evitar la pedregosidad del camino? En mi opinión no habría sido la mejor de sus opciones. Se agotó cada una de las posibilidades antes de dar el paso siguiente, poniendo una cuña debajo de la rueda para intentar desatascarla. La mayoría de las veces funciona y para las ocasiones en que no lo hace es que reservamos los recursos de la ciencia.

Las odiseas; parecen interminables, son agotadoras y están llenas de obstáculos y emociones encontradas. No se trata de viajes que pueda realizar cualquiera, se necesita arrojo para desafiar las adversidades y sobreponerse a ellas. Pero después de haberlas transitado la recompensa es inmensa. Son afortunados los viajeros que recorran aguas profundas, pobladas de monstruos marinos y sirenas.

No cabe duda de que la vida está llena de historias épicas que merecen ser vividas y contadas.

Con ellas y no en ellas

Después de una plática y media clase me pidieron que fuera su doula. No nos conocíamos de nada pero habían decidido que en este, que sería su segundo nacimiento, querían intentar una ruta diferente. La hija mayor del matrimonio había nacido tras una…

Después de una plática y media clase me pidieron que fuera su doula. No nos conocíamos de nada pero habían decidido que en este, que sería su segundo nacimiento, querían intentar una ruta diferente. La hija mayor del matrimonio había nacido tras una serie de maniobras que permitieron que descendiera aun habiendo elegido una posición poco conveniente para atravesar la pelvis de su madre. Lograrlo fue todo un éxito, ellos lo sabían, pero en la recta final del proceso habían tenido la impresión de que quienes les rodeaban se concentraron más en darles instrucciones para resolver el dilema mecánico que en atender sus necesidades emocionales. Al escuchar su historia pensé en aquellos agotadores nacimientos en los que yo misma había hecho uso de toda clase de llaves de lucha libre para intentar destrabar algo que impedía el progreso, concentrándome en los músculos o los huesos y probablemente perdiendo de vista a las mujeres. Es tan fácil que eso suceda... ante la dificultad intentar desesperadamente tomar las riendas olvidando que quien debe estar a cargo en todo momento es la mujer que ha de partir. Este segundo bebé se había colocado en la misma posición inconveniente que su hermana eligió para nacer en su momento. Habiendo escuchado su relato, decidí no hacer otra cosa que recomendarles algunos ejercicios sencillos de estiramiento y ajustes a la postura; medidas que felizmente contribuyeron a que el pasajero corrigiera el rumbo. El parto transcurrió pausada y armoniosamente. Ella y su marido danzaron acompasadamente balanceados por el amor y la confianza. Los que los rodeamos sencillamente cuidamos del entorno, le recordamos a ella su fortaleza, acariciamos su espalda, le sugerimos algunas posiciones para encontrar alivio o para optimizar su fuerza... pero la principal brújula en todo momento fueron las sensaciones que su bebé producía al moverse dentro de su cuerpo. Hacia el final estuvo un rato pujando en la tina pero como no percibía cambio significativos, decidió intentar afuera. Ni bien se sentó en un banquito de parto que había en la habitación, el niño resbaló como un pescado entre sus piernas y así, húmedo y caliente, llegó a los brazos amorosos de sus padres. Y junto con él llegaron las lágrimas, las palabras de amor y la leche que le esperaba en los pechos de su madre. Al verle nacer tan espontánea y fácilmente recordé, una vez más, la importancia de confiar en la sabiduría de las mujeres y en las intuiciones que guían sus balanceos. Intervenir no es solamente abusar de la Oxitocina o las cesáreas, es hacer uso de todo aquello que sutilmente nos lleva a apropiarnos de sus procesos. En los casos en que las intervenciones de cualquier tipo resultan necesarias, no hay que perder de vista ni un segundo que es con las mujeres y no en ellas que trabajamos. Y probablemente incluso en algunas ocasiones en que atribuimos el éxito a tal o cual maniobra, todo habría marchado igualmente bien si nos hubiésemos limitado a dejar hacer a las mujeres el trabajo con sus cuerpos. El parto se trata, en instancia última y en cualquier escenario, de que cada mujer vea la increíble fortaleza que se despliega desde su interior; eso es lo que hace de los nacimientos bellas y empoderadoras experiencias. Y eso es lo que quienes las acompañamos no podemos perder de vista en ningún momento.

Mercedes Campiglia Calveiro

Un parto en casa después de cesárea

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Ella pasó una noche y un día con contracciones, esperando a que se regularizaran. Sabía que tenía que darle tiempo a su cuerpo porque estaba intentando un parto después de haber vivido una cesárea. Hablamos al caer el sol y la cosa ya tenía más color pero todavía había que esperar a que madurara. 

Se quedó en casa, con su marido, avivando la llama de este nacimiento. A eso de las 4:30 de la madrugada recibí un mensaje; habían llegado al punto en que me necesitaban. Salté de la cama y llegué a su casa cuando aún la luz no empezaba a filtrarse en la negrura de la noche. 

Un hogar en penumbras, una vela encendida al Arcángel Miguel para que protegiera al niño que llevaría su nombre, un par de jarrones con flores y, en medio de la sala, una tina llena de agua tibia, esperando el momento de ser usada. Ella iba y venía en pijama, entre la sala y el baño, conocedora del espacio y dueña de su intimidad. 

Té de jengibre con miel. El corazón del bebé se dejó escuchar y nos alegró con su cadencia. Un par de horas más tarde llegó la doctora, venía de atender otro parto en agua después de cesárea, llena de oxitocina y confianza. Contracción, llanto: “Las contracciones me traen cosas raras, una vino con enojo, otra me trajo a mis abuelas, una más un árbol... y ésta me trae el miedo de fallar otra vez”. 

“No hay falla” salió de mis labios y de mi corazón al mismo tiempo. 

“Nueve de dilatación, estás muy cerca”. Una luz clara y fresca bañó el ambiente y amaneció en su rostro. Se supo victoriosa. Todavía pasaron otras dos horas hasta que empezó a ver asomar al mundo esa pequeña cabeza. Y pasó largo rato también desde que la vio hasta que encontró la manera de hacerla nacer de su cuerpo. 

“Si voy a poder” nos dijo, se dijo, y un par de pujos más tarde veríamos a este bebé abrirse paso trazando una nueva ruta en el cuerpo de su madre, un camino diferente al que había recorrido su hermana. Un camino que hablaba de fuerza y de confianza. 

La placenta nació también un poco más tarde sin que hubiera nada que hacer al respecto. Ordenamos la casa, vaciamos y desinflamos la tina y nos fuimos como gitanos con un millón de cachivaches a cuestas. 

La nueva familia quedó metida dentro de su cama, rodeada de mullidos cobertores y suaves almohadas; comiendo frutos secos con arándao mientras el recién llegado descubría el tibio y dulce sabor de la leche de su madre que le acompañará por siempre.

Mercedes Campiglia Calveiro

Los temas serios comienzan con la maternidad

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Definitivamente, la llegada de Cloé ha sido para nosotros la experiencia más extraordinaria de nuestra vida.

Desde que supe que estaba embarazada hice todo para cuidarme. Comer bien, hacer ejercicio, dormir bien, obtener lo más de información para elegir a los doctores, hospital y doula que nos parecían mejor para nosotros. Todo aquello que podíamos planear y controlar lo hicimos. Pero todo ese tiempo sabíamos que a la hora del parto podría pasar lo que fuera por la posición del bebé, su salud, etc. Pero gracias al curso y al acompañamiento nos sentíamos con la confianza y seguridad de que estábamos en buenas manos.

El curso de preparación al parto con Patricia y Ana no solo nos dieron información, sino que conforme iba pasando el tiempo nos sentíamos mas seguros y afortunados de poder elegir tener un parto natural.

Estábamos convencidos de querer una doula para que nos acompañara en el parto. La verdad antes de elegir a una, fuimos a conocer a tres distintas. Sin embargo en cuanto conocimos a Ana, sentimos que era ella quien nos inspiraba confianza. Por azares del destino, Ana no pudo acompañarnos y tuvimos la fortuna de que fuera Patricia nuestra doula. La experiencia, seguridad y calma que tienen Patricia nos transmitieron en todo momento una tranquilidad y confianza para poder enfrentar cualquier cosa que pasara y nunca sentirnos solos.

Todo comenzó en la semana 38, empecé con contracciones el lunes 7 de mayo a las 3 de la mañana. No volvieron mas, pero decidimos hablar a la doctora y a Patricia. A las 10 de la mañana fuimos a la cita con la doctora quien nos confirma que empezamos labor de parto, pero que podía durar varios días o podía nacer ese mismo día. Nos comentó, que la única cosa por hacer era ser pacientes y esperar tranquilos en casa. Siguiente paso fue ver a Patricia para preparar el parto. Así que esa misma mañana nos vimos para platicar.

Después, estando tranquila en casa, recordé del curso la recomendación de enfocarse en hacer cualquier cosa para liberar oxitocina y así agilizar el parto. Por lo que mi esposo y yo tuvimos una sesión de cariños con lo que no tardó mas de una hora para romper fuente. Y ahora sí, a las 8 de la noche, las verdaderas contracciones comienzan.

Avisamos a Patricia y a la doctora, quienes ambas sugirieron que me quedara en casa hasta que fuera el momento adecuado. En todo ese tiempo recordé las posturas que vimos en clase que podían ayudar a que el bebé se fuera acomodando y para calmar el dolor (pelota de Pilates, cuclillas en el escusado, meterme a la regadera, hincada, etc.) Pero lo que más me sirvió y nunca creí hacerlo fue vocalizar. Grité como nunca en mi vida me hubiera imaginado. Mi esposo, Antoine, me hizo sentir completamente cómoda y acompañada, cuidando que todo el ambiente estuviera tal cual lo habíamos planeado.

Hasta que empecé a sentir ganas de pujar, por lo que ahora sí le dije a todo el mundo que me iba al hospital sin importar lo que me dijeran. Lo bueno es que nos queda a 5 minutos en coche, los cuales se me hicieron eternooos.

A las 10 de la noche llegamos al hospital. Tanto la doctora como Patricia ya estaban ahí, lo cual nos dio mucha seguridad. Luego luego me checaron para ver cuantos centímetros tenia de dilatación y asegurarnos que la bebé estaba bien. Todo iba perfecto y ya teníamos 6 centímetros de dilatación.

Con contracciones muy dolorosas me instalé en la regadera, pero en esta ocasión ya no soportaba el agua que caía sobre mi cuerpo, por lo que me quedé hincada recargada en la silla un buen rato. Patricia me acompañó todo ese tiempo. Vocalizó conmigo, me dio masaje en la cintura, colocó compresas calientes, me dio agua y me decía frases alentadoras.

En una media hora, llegó la etapa de transición. Mi doctora y doula sabían que yo no quería anestesia, pero cuando llegó este momento, yo gritaba con todas mis fuerzas que me la pusieran!!!! Me checaron y afortunadamente ya tenia 9 centímetros de dilatación por lo que me sugirieron mejor meterme a la tina. Excelente idea, pues al momento me tranquilizó. Pero para mi sorpresa la etapa del puje fue otro GRAN dolor con sensación de fuego.

Yo ya no podía más, en mi cabeza pensaba que estaba yo loca por haberme metido en ésto. Pero solo escuchaba a Patricia diciéndome que con cuatro pujes mas saldría mi gorda y enfrente de mí, Antoine, quien detenía el rebozo para que yo pudiera jalarlo. Eso me dio mucha fuerza. Puje cinco veces más y efectivamente mi gorda estaba con nosotros. Una bebé chiquita y hermosa de 2.5 kg.

Luego luego me la dieron y pegaron al pecho. No cabíamos de felicidad!! Era la cosa mas bella en este mundo !!!

Agradezco antes que nada a Antoine, mi esposo quien estuvo conmigo en cada momento dándome todo el amor y seguridad que necesitaba. También agradezco a Patricia y a Ana por su dedicación, profesionalismo y entrega ; así como a mi doctora y mi pediatra quienes respetaron nuestros deseos.

Ahora sí, los temas serios comienzan con la maternidad!!

Mi viaje hacia la maternidad: El parto


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Hoy es miércoles 3 de abril de 2019. Ha pasado ya una semana desde que K llegó a este mundo, a nuestras vidas. Siete días que se han ido como agua y en los que no termino de asimilar ni digerir todo lo sucedido... aunque comienzo a sospechar que quizá nunca lo haga del todo. Hay viajes, hay momentos, hay historias que simplemente se viven con cada célula del cuerpo, que te llevan a otro universo y te transforman para siempre de manera inexplicable. Experiencias que no pueden entenderse con la razón, pero que se cargan para siempre en el corazón y en la esencia misma de tu ser. Así fue la experiencia del nacimiento de K.

K, nuestro “loco bajito”, llegó a nuestros brazos el 27 de marzo de 2019 a las 21:57 horas. No fue ni temprano ni tarde, sino exactamente en el momento que debía suceder, tal como el universo lo tenía contemplado.

Llevábamos varios días a la expectativa, esperando la señal que nos indicara que Kenzo estaba listo. El tiempo transcurría lentamente y yo desesperaba. Unos días antes, había decidido que tomaría un evento de trabajo el 27 para distraerme y trabajar un poco más antes de poner mi vida como la conocía en pausa. El martes 26 por la noche, sin embargo, le escribí a una amiga para pedirle que tomara mi lugar... aún antes de la primera contracción, algo discreto y sutil dentro de nosotros nos decía, a mi esposo y a mí, que había llegado el momento. Y la intuición tan pura, pocas veces se equivoca.

Habíamos preparado todo para transitar juntos, en un espacio íntimo y especial, las horas previas al hospital. No obstante, por la mañana todo se sentía todavía un poco caótico. Alrededor de las 11, entre una contracción -incómoda pero no tan dolorosa- y otra, intentaba trabajar en mi estudio. Él, por su parte, caminaba de un lado a otro mientras atendía llamadas laborales. Si bien esta escena era de lo más habitual en nuestra vida cotidiana, ese día, algo en ella me parecía de lo más inquietante. Decidí, entonces, abandonar todo y refugiarme en la cama hecha bolita. En ese momento supe de inmediato que mi parto estaba iniciando. Las contracciones dolían más y se volvían más regulares. En un inicio me sentí molesta, pues R aún no terminaba de dejar sus pendientes listos. ¿Qué le estaba llevando tanto tiempo? ¿Por qué aún no estábamos poniendo en marcha todo nuestro plan? ¿Qué acaso no sentía que el momento se acercaba inminente? Después de un poco refunfuñar, recordé que las cosas suceden como tienen que suceder y que ese momento, ese espacio, podía ser solo para mí, para interiorizar lo que estaba aconteciendo, para sentir las contracciones no solo en el cuerpo sino en todo mi ser y para comenzar a entrar en ese trance que tanto había anticipado. Pensé en la tigresa, mi “spirit animal”, que se había aparecido en mi meditación días atrás. Pensé en todas las fuerzas femeninas de diosas, ninfas y guerreras que, en mi cabeza, representaban el conocimiento y el poder ancestral de mi cuerpo. Confirmé que estaba lista para el viaje y que para acompañarme en él, la vida había puesto en mi camino a las personas perfectas: Mi esposo; mi doula, Mercedes, a quien por días había estado imaginando como una guía con una capucha medieval que me esperaba con un quinqué a la entrada de un bosque; y mi ginecóloga, Itzel, cuyo nombre inevitablemente traía a mi mente de manera constante la imagen de Ixchel, la diosa maya de la luna, la fertilidad y el nacimiento. Tras ese momento personal de conexión conmigo misma, decidí que quería bajar a la sala.

Finalmente, el plan de intimidad que tanto deseaba comenzó a tomar forma. Él y yo nos desconectamos del resto del mundo (excepto por el contacto con Mercedes e Itzel). Él preparó la comida. Mientras transcurrían las contracciones, el espacio se llenaba con la música que habíamos elegido cuidadosamente tiempo atrás. Sonaban “Desde mi libertad”, “Esos locos bajitos”, “De mi esperanza”, “píntame de azul”... las lágrimas de emoción, nostalgia, miedo, expectativa y todo un cúmulo de emociones intensas se hacían presentes. Paso a pasito, esos sentimientos tan puros regulaban y hacían un poco más frecuentes las contracciones.

Quise, entonces, ver el video de nuestra boda. Así lo habíamos contemplado y, en un último intento por mantener el control de la situación, me rehusaba a salir al hospital sin haberlo visto. Fue la mejor decisión. Ver juntos y tomados de la mano la ceremonia tan hermosa que preparamos culminó el proceso. Entre lágrimas, risas, contracciones y gemidos para controlar el dolor revivimos ese día, en el invocamos a nuestros abuelos para acompañarnos en esa unión y acto seguido salió el arcoíris. En el que nos dijimos las cosas más hermosas que sentimos el uno por el otro. Todos los discursos, las imágenes en la playa, el recuerdo de ese gran día me dieron la sensación de que todo, absolutamente todo, está conectado. Casi 4 años después, ahí estábamos nuevamente, invocando a ese amor capaz de hacer vibrar al universo, ahora para traer al mundo a nuestro pequeño hijo. Bella manera, además, en la que nuestros hermanos nos acompañaron y estuvieron presentes en este viaje, aún a miles de kilómetros de distancia física.

Terminando el video me sentía ya en otro estado de conciencia. Me iba a la cama y regresaba a la sala. Buscaba un rincón dónde hacerme bolita para manejar las contracciones mientras esperábamos a Mercedes y salíamos al hospital. Me preguntaba si el dolor podría aumentar aún más o habría alcanzado su pico. Buscaba en mi mente y en mi corazón imágenes que me dieran fuerza para continuar respirando como mi cuerpo me lo pedía. Refugiada en la esquina del sillón de la sala escuché que Mercedes había llegado. Como el significado de su nombre, “la que libera”, sentí, literalmente, que podía soltar todo, liberarme de cualquier intento de control. Mi esposo y yo ya no estábamos solos. Mercedes estaba ahí para acompañarnos y ayudarme a atravesar el bosque. Entonces, me sentí lista para ir al hospital. Antes de salir por la puerta, eche un último vistazo a nuestro hogar, ese que durante casi 11 años, Rick y yo construimos y disfrutamos como pareja y que ahora daría la bienvenida a un nuevo integrante, a unos nuevos padres y a un nuevo capítulo de nuestras vidas.

En el trayecto al hospital, el movimiento del coche hacía que las contracciones fueran casi insoportables. Él, concentrado, me cuidaba con la mirada desde el espejo retrovisor al tiempo que conducía para llevarme cuanto antes a nuestro destino. Todo de pronto se volvió borroso. Llegamos al hospital y me di cuenta que sangraba mucho. No recuerdo cómo llegué a la sala de parto. Sé que caminé, pero no recuerdo el recorrido. Itzel aún no llegaba. En la sala de parto había mucho movimiento. Quizá algún médico de guardia, un par de enfermeras, no tengo idea. Solamente recuerdo la voz de Mercedes sugiriéndome distintas posiciones que yo seguía como en un estado de hipnosis. Él me puso la música que habíamos preparado y sugirió, me parece, que usáramos el aceite y aromaterapia que llevábamos en nuestra maleta. Todo se desdibujaba más y más.

Finalmente, llegó Itzel. Ese momento sí que lo recuerdo. Entró por la puerta y su presencia, automáticamente, llenó el espacio con una energía muy poderosa y llena de determinación... una energía que anunciaba que no había vuelta atrás, que el nacimiento de K era inminente. Ese momento tan (in)esperado, tan platicado, tan grande... finalmente estaba sucediendo.

Tras una revisión rápida, Itzel anunció que la dilatación estaba completa. No obstante, la cabeza del bebé seguía muy arriba. Para ayudarme a continuar en el proceso me dijo que rompería las membranas. De nuevo todo se volvió borroso. No sé cuánto tiempo transcurrió, pero de pronto, me encontraba sentada en la silla maya intentando ayudar a ese bebecito a descender. Él me sostenía en todo momento. Recargada en su pecho, no podía verlo a los ojos, pero podía sentir su calor y el latido de su corazón. No quería que se apartara de mí ni un solo instante. De alguna manera, el contacto con él me daba fuerza. Delante de mí, sentadas en el piso, estaban Itzel y Mercedes. Mientras la una masajeaba mis piernas y me daba a oler una esencia que me tranquilizaba, la otra monitoreaba la frecuencia cardiaca de K y me motivaba a echarle ganas a ayudar a mi hijo a salir.

De pronto, algo en la mirada sobria de Itzel me inquietó. La concentración y determinación que hasta ese momento había sentido comenzaron a esfumarse y en su lugar aparecieron el temor y el miedo. Sabía que algo estaba sucediendo y quería saber qué era. Itzel, con calma pero absoluta honestidad me dijo que estaba sangrando más de lo normal y que la frecuencia cardiaca de Kenzo por momentos bajaba mucho. Eso se sumaba a que una circular de cordón en el cuello hacía que por más que pujara, el cuerpecito del bebé se regresara hacia adentro. Por un instante, los demonios del pesimismo y la negatividad se apoderaron de mí. Dije en voz alta que estaba asustada. Y al decirlo, mágicamente mi cuerpo soltó ese miedo y recuperó el ánimo. Tenía que confiar en que todo estaría bien.

Así transcurrieron minutos que me parecieron eternos. Con cada contracción intentaba con todas mis fuerzas expulsar a ese bebecito. Él me animaba y me recordaba todo el poder que me acompañaba. Éste estaba representado en un dije que había yo elegido como amuleto unos días antes. De cuando en cuando, abría también un poco los ojos para ver a Mercedes y a Itzel en un esfuerzo por evocar todas esas imágenes que mi mente había dibujado para empoderarme y darme el coraje que necesitaba en ese momento. Con el caminar de las manecillas de un reloj invisible, mi ánimo flaqueaba, mi mente se desconectaba de mi cuerpo y de mi corazón, y mi poder me daba la espalda despiadadamente. Me invadió un agotamiento extremo. Ninguna posición parecía ayudarme. Toda sugerencia de que caminara, entrara a la tina, me pusiera en cuclillas me parecía insoportable. Como un alma que abandona un cuerpo en su último aliento, toda mi voluntad se esfumó. Quedé derrotada, abatida y absolutamente perdida. De vuelta en la cama, hecha bolita, anuncié que no pujaría ni una vez más. Había terminado de cooperar. Supliqué que sacaran al bebé como pudieran; que lo jalaran, que me pusieran epidural, que me abrieran con una cesárea, que hicieran lo que fuera pero que

acabaran cuanto antes con el dolor. Reproché que no me hicieran caso y quisieran motivarme a seguir. Me sentí en un vórtice sin salida. Sin saberlo, estaba tan cerca de lograrlo.

En medio de ese trance reinado por el agotamiento, esos fieles acompañantes que no me dejaban darme por vencida me convencieron de recostarme en la cama con la espalda reclinada. No sé cómo fue que accedí, pero de pronto me encontraba nuevamente más dispuesta a cooperar. Con un pie haciendo palanca en el hombro de Itzel, el otro en el hombro de Mercedes, él frente a mi jalándome con un rebozo y la neonatóloga empujándome por la espalda, tenía que encontrar dentro de mí las fuerzas para retomar el camino y seguir adelante. No fue sino hasta que mi esposo me dijo que podía ver la cabecita de nuestro hijo y que muy pronto seríamos papás que realmente pude volver a conectarme conmigo misma, con el momento y con lo que estaba viviendo. Desde un lugar de mi ser que no es posible describir con palabras, reuní las pocas fuerzas que aún quedaban y puse todo mi empeño, mi corazón y mi alma en empujar al bebé hacia fuera. En esos últimos instantes antes de su nacimiento, el dolor de pronto se convirtió en una sensación ligeramente placentera. Me invadió un sentimiento de satisfacción, amor puro y determinación. Con mi pareja frente a mí, que era mi centro y lo único que veía en ese momento, supe que K y yo estábamos listos para la culminación de su nacimiento. Y así fue. Entre jalones, lágrimas, patadas y palabras de ánimo, nuestro hijo nació a las 21:57 horas.

Todavía recuerdo con claridad el momento en el que K salió de mi cuerpo y de inmediato lo colocaron en mi pecho. Por alguna razón, su cuerpecito calientito, húmedo y resbaloso trajo a mi mente la imagen de tener en mis brazos a un pequeño pulpito. Con lágrimas de alegría e incredulidad en los ojos y una sensación de amor indescriptible, sentí a esa pequeña personita en mis brazos y mi pecho al tiempo que aún estaba conectado a mis entrañas a través del cordón umbilical. Qué momento tan mágico y místico, ese instante en el que sentiría por última vez a mi hijo dentro de mi vientre. El tiempo se detuvo por un instante y todo se desvaneció. Para mí, solo existíamos mi hijo, mi esposo y yo: un bebé y unos padres recién nacidos, todos llenos de amor y dicha. Una nueva familia. Luego de mirarnos, reír y llorar juntos, él cortó el cordón umbilical con ayuda de Itzel. Con ese corte, mi niño quedó completamente fuera de mí, llevándose para siempre con él un pedacito de mi ser.

Y así fue como concluyó mi parto, una de las experiencias más místicas, intensas y hermosas que la vida me ha regalado. Acostada en la cama, con mi hijo en mis brazos y mi esposo a mi lado, no pude mas que agradecer al universo que cada paso de este camino nos hubiera llevado a un desenlace tan bello. Cada decisión tomada desde el inicio del embarazo, las personas que se cruzaron con nosotros, cada acontecimiento que atravesamos,... todo fue como tenía que ser. Nada fue accidental ni fortuito. Desde el comienzo de este recorrido desee con todas mis fuerzas tener un parto respetado que pudiera guardar para siempre en mi corazón y así fue. Viajé hasta las estrellas y volví. Ahora, solo queda el recuerdo de aquel momento. Un recuerdo que llena mi hogar con su eco. Sentada en la sala, con mi niño en brazos, veo la sombra, las estelas invisibles, del camino que recorrimos el 27 de marzo, el día en el que los astros se alinearon para que nuestro hijo llegara a este mundo para llenarnos de amor y plenitud.

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Lo que aprendí en este nacimiento

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Por Mercedes Campiglia

Vimos nacer a su primer hijo cinco minutos después de la media noche hace tres años. Cinco minutos antes de que el calendario cambiara de fecha llegó éste. En su parto previo el médico rotó la cabeza del niño manualmente, ahora lo hicimos mediante asimetrías de la pelvis, posiciones y paciencia. La vez pasada requirió de una anestesia para aliviar el dolor, esta vez hicimos uso de una tina de agua caliente.

Las experiencias que vivimos nos sirven para revisar caminos, rectificar rutas, replantearnos metas. Si miramos con atención, cada recorrido es una enseñanza.

Yo aprendí que estos padres engendraban bebés rollizos con enormes cabezas a los que les costaba trabajo encajar en la pelvis, así que en esta ocasión no esperamos a que el proceso llegara a un punto de desgaste, desde el inicio exploramos posiciones y estrategias que forzaran un poco lo que en otros casos sucede espontáneamente. Aprendí que ella era una rusa fuerte y decidida pero que podía sentirse derrotada cuando sentía que el control escapaba de sus manos, así que hice todo cuanto estuvo en las mías por sacarla de la cama y ayudarla a retomar el timón del barco. Aprendí que su pareja era un soporte invaluable y que su calidez y su risa eran el más potente antídoto contra el temor, así que procuré acercarlo a ella en todo momento. Ella se había quedado con ganas de tener un parto en agua en la primera ocasión de modo que desde que inició éste nos aseguramos de que todo estuviera dispuesto para que ello fuera posible.

Es fantástico acompañar segundos nacimientos porque revisar la ruta previa nos permite ensayar nuevos caminos. Los padres suelen sentir cierta culpa por la poca atención que dan al nacimiento de sus segundos hijos en comparación con la destinada al de los primeros. Pero lo cierto es que los segundos llegan al mundo a través de la ruta que sus hermanos han ensanchado para ellos, recorren un camino para el cual alguien más ha abierto brecha, lo cual representa sin duda una ventaja.

Foto: Abril Zapote

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HERMOSO Y SORPRESIVO NACIMIENTO DE LUZ MARÍA Y IANIS

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No sé si fueron los Takis” dijo cuando empezó a sentir cosas extrañas, “siento hace una hora un dolor como entre retortijón y cólico”… Cuarenta minutos más tarde el papá estaba recibiendo a su bebé en la puerta de la casa. Ella simplemente gruñó desde lo más profundo de su ser anunciándole al mundo que su hijo nacería y haciendo estallar en pedazos cualquier fantasía de control. “Está saliendo, siente la cabeza” dijo. Él tocó esa superficie dura que asomaba entre las piernas de su mujer y se dio cuenta de golpe de que estaba frente al momento más poderoso de su vida. Había llegado a este umbral sin aviso previo y sin posibilidad de hacer otra cosa que responder a lo que su instinto le dictara porque supo que el nacimiento de su hijo era inminente y que no contaba más que con sus manos para recibirlo. Tomó al niño, lo escuchó llorar y lo puso de inmediato en el pecho de su madre. Cada cual hizo exactamente lo que tenía que hacer, como si la vida entera les hubiera preparado para ese instante, como si generaciones tras ellos les hubieran susurrado al oído el papel que les correspondía, como si las células de todo su cuerpo activaran un conocimiento secreto que estaba escrito en el ADN mismo. El nacimiento es un estallido de vida ante el cual no quedan opciones posibles más que la reverencia, la humildad y la sorpresa.

Mercedes Campiglia

Testimonio de una doula

Podría confirmar sin duda alguna que el nacimiento de Sara duró 4 días...! O por lo menos ese fue el tiempo en que las llamadas iban y venían con preguntas acerca de lo que Adriana iba sintiendo...!

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"Ya tiene 4 cm." indicó la médico residente del hospital cuando Adriana acudió a corroborar la razón del sangrado que observó después de días en que las contracciones seguían presentes pero sin regularizarse...! Así también lo confirmó su ginecóloga al día siguiente pero con 1 cm más de dilatación al llegar al hospital y dispuesta a una inducción dada la fecha máxima en que debería esperar a que el parto comenzara.

Estos papás habían pedido tregua de dos días más a Elizabeth su ginecóloga, y nos vimos para un rico masaje y suaves movimientos de la cadera con el rebozo. El ultrasonido mostraba una posición de la cabecita de Sara que no se decidía por rotar para definir su entrada a la pelvis en una mejor posición. 


¿Y las contracciones que corresponden al parto si ya tenía 5 cm. de dilatación?... Ausentes o más bien definitivamente irregulares y poniendo en duda toda credibilidad de esta mamá que no sabía a qué atenerse, y obvio preguntándose ¿con esta dilatación como es que no tengo contracciones regulares?

Así que 
comenzó la conducción y se regularizó este parto que duró 10 horas y que culminó en un nacimiento maravilloso y pleno de salud para la mamá y su bebé.

Hay detalles en los nacimientos que se vale contar, porque los comentarios de Adriana eran espectaculares… “tengo miedo de que en el momento del pujo no la pueda sacar” nos dijo con toda seriedad… “si no sale la jalan… OK?”

También fue muy bello el detalle de Alonso que cuando al ver que la cabecita de la nena se asomó para coronar en una contracción, emocionado le acarició los cabellos con la punta de sus dedos. Son momentos memorables que los papás recordarán por siempre y contarán a su hija cuando les pregunte ¿Papá… Mamá…cómo fue mi nacimiento?

Por mi parte me queda reiterar que en los embarazos que se alargan, debe prevalecer la paciencia por parte de la mamá y una estrecha comunicación con el médico que vigila atentamente la salud de ambos estos últimos días. Confiar en su experiencia y recomendaciones –como fue la de inducir el parto de un embarazo que se había prolongado más de las 41 semanas y darle la oportunidad y el tiempo que necesitara.

Cada nacimiento es diferente, algunos comienzan antes de lo esperado y a todos sorprenden y hay muchos otros como este que desespera a todos porque pasa el tiempo y no sucede nada.

Felicidades Adriana, Alfonso y Sara...! Nada pudo haber sido más hermoso. Fui testigo de las manifestaciones de fortaleza, decisión y sobretodo convicción en lo que Adriana se repitió una y otra vez "YO PUEDO..." Fui también testigo de las demostraciones del amor y admiración de su pareja y padre de la niña que iba naciendo.


La llamo por teléfono para ver como va estrenando la maternidad y me comenta “Yo la veo muy madurita y bien portada… pienso que la semana que se pasó de tueste le sirvió.!

Guadalupe Trueba

Testimonio de una doula

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Hoy nació el tercer hijo de esta familia. A las 3:00 am, cuando llegué al área de admisión del hospital en el que atenderían el parto, me encontré enpijamados y sentaditos en la sala de espera a los dos nenes mayores de la pareja. Los habían sacado de la cama en medio de la noche porque no consiguieron localizar a ninguna de las tres personas que se suponía que podrían cuidarles cuando naciera su hermano, así que ahora esperaban medio dormidos y medio consternados a que una amiga de la familia llagara a rescatarles: “Mi mamá vomitó porque ya va a nacer nuestro bebé” me dijo la más chiquita que desde sus cuatro añitos miraba con ojos de plato cada vez que venían las contracciones. 

Estos padres recibieron a su primer hijo en un parto vaginal pero completamente convencional -con oxitocina, epidural y episiotomia- del que salieron sintiéndose furiosos y frustrados porque su doctora no respetó ninguno de los acuerdos a los que habían llegado. Se informaron entonces y buscaron una ruta diferente para la llegada de su segunda hija; pero la vida no sigue el rumbo que le trazamos sino el que le viene en gana, así que aún habiendo elegido el profesional y el sitio adecuados, el cuerpo de ella y el de su bebé decidieron no arrancarse y cumplidas las 42 semanas terminó programándose una cesárea. 

Y aquel dicho que dice que la tercera es la vencida acertó en este caso, de manera que hoy recibieron a su tercer hijo finalmente en un parto natural en el que nadie les impuso nada y todo fluyó al ritmo que el cuerpo de ella y su deseo fueron marcando. Música, luces bajas, aromaterapia, susurros y caricias. 

Al volverse las contracciones tan intensas que le hicieron pensar que no podría salir a flote de la experiencia, ella pidió un descanso para seguir adelante. Pensamos que todavía faltaría un rato para que el nacimiento ocurriera porque la dilatación no se había completado y el cérvix estaba grueso... pero tras una leve sacudida de rebozo empezaron a escucharse los sonidos que emergen del centro mismo de la tierra cuando va a partirse y que nos hacen saber que la vida se acerca. Dos pujos bastaron para que este bebé conociera la luz y los pechos de su madre, así que el anestesiólogo llegó en esta ocasión sólo para deleitarse contemplando la escena del encuentro de los que se aman. 

Ella recorrió todas las rutas en la llegada de sus tres hijos. Su cuerpo es testigo de los paisajes y las piedras que entraña cada una de las vías posibles hacia el nacimiento así que me muero de ganas de escuchar de su boca las historias de cada una de las epopeyas y comparar juntas las notas de nuestras bitácoras de viaje.

Mercedes Campiglia.

LA ESPERA DE 9 MESES......

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Cada parto en el que tengo la fortuna de acompañar a una pareja, en especial a la mujer, tiene su magia.

Para mi algo muy lindo es que me compartan que no conocen el sexo de su bebé y esto lo hace aún más mágico y especial.
Hace dos días estuve en un nacimiento hermoso, ellos han esperado 9 meses pacientemente para conocer el sexo de su bebé. Elaborado un plan de parto y elegido cuidadosamente a su equipo médico.

Las experiencias me han enseñan que no siempre lo planeado es el recorrido a seguir y yo trato de compartir esto con las parejas que preparo y acompaño. 
Así que ayer fui testigo de la fortaleza de una mujer entregada a sus sensaciones y a su bebé. Con una ruta completamente distinta a lo planeado se fue monitoreando con la experiencia, sensibilidad, paciencia y cariño de los médicos, Alejandro Pliego, Elias Charúa y Denisse Bernardet.

Lo que más me movió hasta las entrañas fue el cariño, oxitocina por todos lados, que se sentía en esa habitación. Un padre amoroso pendiente cada segundo de su mujer y su bebé. Subiendo la cuesta con ella en donde predominaba el silencio, pero las miradas y lo que se respiraba en ese momento lo decía todo.

La presencia de una madre a quien se le ha invitado cariñosamente también es muy especial, ese amor incondicional y apoyo de madre-hija es invaluable. Sus miradas se cruzaban, las caricias, los espacios que dejaba.......

Jacqueline eres una guerrera, trabajaste fuerte y confiada en tu cuerpo y tu bebé. Esas últimas contracciones fueron muy desafiantes, las condiciones en las que estuviste, sentada en cama la mayor parte del tiempo vigilando de manera muy estrecha cada latido de tu bebé, confiada en tus médicos y tu cuerpo trajiste al mundo un hermoso NIÑO.

Escuche TE AMO muchas veces con tu bebé en el pecho y esa hermosa sonrisa combinada con agotamiento expresaba toda tu lucha ganada.

Les comparto unas palabras de su padre: de vvd fue increíble. Agradecemos cada instante que estuviste con nosotros. Cada consejo. Cada palabra de aliento. Siempre lo recordaremos y serás parte de esto. Algún día Skyler podrá agradecerte por ayudarnos a llegar a nuestros brazos.

Gracias por su confianza!!!!!
Patricia

MI EXPERIENCIA DE PARTO

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Mi esposo y yo decimos tomar los cursos  en “Experiencia” para saber más acerca del parto y todo lo que implica tener un bebé.

Nos sirvió en todos los sentidos,  según nosotros sabíamos muchas cosas sin embargo, no te das cuenta de la cantidad de dudas y el aprendizaje que vas teniendo hasta que estas embarazada.

Aprendimos muchas cosas pero lo que más nos sirvió fue el tener un plan de parto.

Al tener nuestro plan de parto, pudimos decidir qué queríamos, cómo lo queríamos y quiénes queríamos que estuvieran en ese momento tan importante.

Llegué al hospital con 7 de dilatación! Según yo las mujeres exageraban con los dolores de parto jaja pero creo que no tenía ni idea de lo fuerte que son las contracciones!  

Estaba en el punto máximo del dolor, yo creía que ya no podría soportar más y la anestesia aún no llegaba! En ese momento llegó Paty y tan solo verla me dio un alivio inexplicable. En ese momento, sabía que todo iba a ir bien y que todo saldría como lo planeado.

Me tomo de la mano y me empezó a hablar de una manera muy dulce y relajada. Le decía a mi esposo cómo podía ayudarme, dónde ponerse y qué hacer en esos momentos de dolor.

Al fin me pusieron la anestesia y todo fue maravilloso desde ese momento!  Seguía sintiendo las contracciones, sin embargo, ya no era un dolor intenso y comencé a disfrutarlo.

Pusimos la música que habíamos elegido, un difusor de lavanda para relajar, apagamos las luces y Paty me decía en que posturas debía colocarme para que la bebé se pudiera colocar correctamente. Me sostenía las caderas de tal manera que el dolor seguía disminuyendo notablemente. Mi mamá cuando entró a verme creía que era un Spa jaja.

Llegó el doctor y el dolor volvió a incrementar, la bebé ya estaba colocada correctamente gracias a las posiciones en las que estaba anteriormente y ya estaba a punto de nacer.

Yo estaba con todas las emociones en su máxima potencia, estaba muy emocionada, nerviosa con miedo y dolor al mismo tiempo. No sabía lo que me esperaba pero sabía que tenía que dar mi mayor esfuerzo y lo mejor de mi en ese momento.

Al nacer, vi a Laia y lo único que quería en ese momento era abrazarla, sentirla, verla y empezar a conocerla. Se nos salían las lágrimas a mi esposo y a mi de la emoción! Pedí que la pusieran en mi pecho piel con piel y como magia Laia se calmó y dejó de llorar.

Así estuvimos un rato viéndola, hablándole y dándole la bienvenida. Laia tomó mi mano y en ese momento nos convertimos mi esposo y yo en papás. Sentíamos un amor infinito, ya nada más importaba en esos momentos.

Paty, estuvo en todo momento con nosotros. Y el que haya estado presente en ese momento tan especial para nosotros, hizo toda la diferencia. Le estaremos agradecidos siempre. Fue una angelita para nosotros ese día.

Si algo he aprendido de tener un bebé es por más que intentes planear las cosas para que salgan las cosas a tu manera, los bebés llegan a enseñarte que nada es predecible. Sin embargo, dentro de todo las cosas salieron muy bien ya que nos sentíamos preparados de lo que queríamos y de todo lo que podía pasar.

Definitivamente, tener a Laia nos ha cambiado la vida en todos los sentidos y ha superado todas nuestras expectativas de lo que creíamos que era tener un bebé.

Todas las mujeres deberíamos tener el derecho de una doula. Gracias Paty y Ana por tanto aprendizaje, convivencia y por haber estado y hecho el mejor momento de nuestras vidas. 

Giovanna

NUESTRO INCREIBLE PARTO FORTUITO

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Johana y Rodrigo buscan por segunda ocasión a Ana para que los acompañe en el nacimiento de Bernardo. Dos años atrás habían tenido una experiencia muy linda en su parto rodeados de un equipo que respeta y empodera a la mujer. Así que todos nos preparamos muy emocionados, retomaron algunas clases y esperamos pacientemente la llegada de éste bebé.

Les compartimos la historia del nacimiento de Bernardo, que sus papás muy lindos nos hacen llegar para que vuele su historia a muchas mujeres y toque sus corazones.........

Ana y Patricia

No cabe duda que uno propone y Dios dispone y que sus planes siempre son perfectos. 

En la espera de nuestro segundo hijo, habíamos decidido tener un parto igual de hermoso que el primero. Esto consideraba el mismo hospital, la posibilidad de  nacer en agua y sobre todo el mismo equipo de grandes y maravillosas personas que hicieron del primer nacimiento una experiencia única, de esos acontecimientos que siempre tienes presente y te alimentan el alma. 

Todo parecía apegarse al plan, incluso los abuelos cuidarían de Rodrigo y hasta  habíamos previsto lo que se haría en caso de arrancarme en labor por la mañana, tarde o noche. 

Como persona creo que debemos dejar que la vida nos sorprenda y vaya que fue así. A pesar de tener todo en orden y casi  listo, el parto sucedió de la siguiente manera:

Estaba en la semana 38 + 1 día, un domingo 21 de Enero que sería muy activo ya que habíamos invitado a casa a celebrar los 2 años de nuestro pequeño que cumplía el lunes. Justo ese fin, habíamos terminado de recordar  los temas de labor de parto con Ana y Paty para refrescar la memoria, a pesar de tener ya  la propia experiencia, sin duda fue lo mejor que pudimos hacer.

La noche anterior empecé a sentir pequeñas contracciones que no di importancia y al despertar preparamos todo para la fiesta. Para medio día ya eran más intensas y fue cuando decidí empezar a hacer maletas. A la 1 de la tarde avisamos a José Luis, a Ana como doula, quien nos dijo que Paty nos acompañaría en esta ocasión  pero ella estaría pendiente al teléfono y Penélope, como pediatra, que también estaría ya lista. Así a las 2 de la tarde, teniendo todo para la fiesta decidimos cancelarla. 

Ya necesitaba “ mi espacio y tiempo” aunque de fondo tenía música infantil, las risas de mi hijo y a mi esposo dividiéndose para estar conmigo, jugando con Rodrigo en lo que llegaban sus abuelos por él y terminar la maleta. 

Trabajaba las contracciones en el piso, de rodillas y apoyada sobre una pelota de pilates que de repente mi hijo me quitaba para jugar, oliendo un pañuelo con esencia de sándalo para manejar cada ola que llegaba. 

A las 3 de la tarde empecé a sentir escalofríos y se me hizo muy raro creer que ya estaba en fase de transición, a lo que no di importancia ya que entre cada contracción podía hablar con mi esposo; lo que no podía era ya cambiar de posición.

A las 4 llegan por nuestro hijo, así que Rodrigo  puede terminar la maleta y estar conmigo. 4:15 empiezo a sentir como baja mi bebé, una sensación distinta y única, entonces le mencioné que era tiempo de irnos. Cinco minutos después le digo que tengo ganas de ir al baño pero que ya no puedo pararme, le pido me quite el pantalón, me toco y lo siento; ¡ya está aquí!, dije. Sorprendido me contesta que ya nos vayamos. Acto seguido, yo de cuclillas rompo la fuente y sale  su cabecita que tomo con una mano  y siguiente contracción sale el cuerpo que recibo con la otra. Me quito la playera, me lo pego al pecho y me tiro al piso sorprendida de lo que acaba de suceder. Mi esposo también sorprendido y nervioso empieza a hacer llamadas a José Luis, Paty, Ana y Penélope quienes maravillados, igual que nosotros, le dieron indicaciones. 

Así, a las 4:30 pm aproximadamente, decidió nacer Bernardo, a su manera de forma inesperada y única, en casa, solo con papá y mamá, un día antes del cumpleaños de su hermano, sin apegarse a nuestro plan; más bien, llevando a cabo el suyo. 

Bernardo nos hizo tener un parto fortuito maravilloso con 4:30 hrs de labor, con el que me volví a enamorar del nacimiento. 

La vida nos sorprendió y no cabe duda que los bebés son quienes deciden cómo, cuándo y de qué manera nacer mientras nosotros les demos la oportunidad de hacerlo preparándonos para el mejor proyecto de nuestra vida y teniendo un equipo que crea en la capacidad de la mujer para parir. La información sin duda empodera. 

Gracias infinitas a todo el equipo por su apoyo . Ana y Paty, gracias de corazón.

¡Una experiencia inolvidable! 

Johana, Rodrigo y Bernardo.

Mi princesa.........

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Patricia

Que más lindo que recibir una llamada de una mujer que ya acompañaste al nacimiento de uno de sus hijos un par de años atrás y te comparte muy ilusionada la  noticia de que se acaban de enterar que viene un tercer bebé en camino "me apartas la fecha para noviembre, queremos que nos acompañes....." así que a esperar pacientemente unos 7 meses para que llegue el momento tan deseado, poderoso y mágico.

Les comparto lo que Rossin nos escribe a todo el equipo que tuvimos la fortuna de estar con ella y su marido. Me siento muy afortunada y feliz de haber estado con ustedes.

 

Hoy hace 1 mes, nació mi princesa. Fue una de las experiencias más impresionantes y poderosas en de mi existencia.

Estoy muy agradecida con mi equipo. Sin ustedes, esta historia no hubiera sido tan hermosa.

Gracias por ayudarme a tener el parto perfecto, respetando todos mis deseos y peticiones.

Gracias Moises Agami por ser mi pilar y mi soporte, mi compañero incondicional, mi protector.

Gracias Dr. Gilberto Ramírez Bergeron (Ginecólogo) por tu cuidado y guía perfecta y precisa. Tu experiencia y profesionalismo son inigualables. Gracias Sion Agami (Pediatra) por cuidar a mi princesa y tomar en cuenta mis deseos. Gracias Patricia Ochoa (Doula) por tu cariño y manos mágicas. Gracias Nancy Ambe (Fotógrafa) por las fotos y por estos recuerdos eternos. Gracias Hospital Ángeles por una experiencia maravillosa, un parto humanizado y cuidados de primera. En todo momento fui tratada con mucho respeto y cuidado, fui tratada como una madre dando a luz, no como un paciente enfermo. El personal fue muy atento y amable en todo momento. El cuarto de LPR (labor, parto y recuperación) realmente me permitió tener el parto que deseaba, un parto natural, sin medicamentos ni intervenciones, un parto humanizado. La silla maya, las pelotas, los tapetes, la regadera, la camilla especial; ese cuarto vale oro. Aunque no fue necesario, yo tenía la confianza de que en caso de alguna emergencia, contaba con el mejor equipo y las mejores instalaciones para hacerse cargo de nosotras.

Nos vemos de nuevo en el nacimiento de nuestro siguiente bebé.

Ross

LOS TRES MOSQUETEROS

Patricia

Patricia

 

En espera de un tercer bebé, se arranca….. no se arranca y así pasan varios días.

Estos inicios lentos generan la mayoría de las veces en las madres un desgaste emocional, además del físico que ya existe. Sobretodo cuando hay chiquitos en casa, que todas las que somos madres sabemos lo que demandan los hijos.

No cabe duda que la clave está en la paciencia y confianza de la madre y  su equipo médico, incluyendo a la doula. Parece que no sucede nada pero a nivel hormonal hay muchos cambios y beneficios para la mamá y su bebé, solo hay que esperar, porque si están sucediendo muchas cosas.

Por lo general es a nosotras, las doulas,  que nos hablan para preguntarnos que hacer para arrancar el trabajo de parto. Ya les recomendaron caminar tres veces el centro comercial, acupuntura, homeopatía,  relaciones sexuales, te de canela y frambuesa, piña…….que les digo yo, confíen en su bebé y su cuerpo, busquen actividades que les generen alegría y distracción, disfruten su panza y no dejen de conectarse con su bebé, es un acto de mucha paciencia!!!! (suena fácil pero no lo es)

Pues así se arranca esta hermosa mujer cuando su bebé esta listo con una ruptura espontánea de membranas, importante estar en contacto con el médico, observar las características del líquido. En la mayoría de los casos, a los médicos les gusta checar a las mamás y a su bebé y si todo está en orden se van a casa a esperar a que el trabajo de parto se arranque y se establezca un buen patrón de contracciones.

Cada trabajo de parto  imprime una huella y experiencia irrepetible. Su tercer trabajo de parto, el cuerpo de alguna manera  sabe lo que tiene que hacer, pero cada recorrido es único, la mujer seguro lleva en su maleta herramientas nuevas y a sacado las que estorban y entorpecen. Se remueven emociones, sentimientos, dudas, miedos…………confiar y soltar se debe de buscar.

Apoyada con la música que ella y su marido han preparado de manera muy especial, los ritmos suaves la transportan a un estado de relajación y luego a entrar en rituales al ritmo de tambores que la llevan inclusive a un trance (no pude dejar de observar.)

Sabemos que la libertad de movimiento y cambios de posición son fundamentales para que el trabajo de parto progrese y haya un mejor manejo del dolor, una madre difícilmente se acuesta y si lo hace, en cuanto viene la siguiente contracción busca la mejor posición y de manera muy inconsciente se alía con su pelvis para abrirle mas espacio a su bebé.

Cada bebé hace de las suyas, así que Sam decidió rotar en el sentido opuesto. Pero no contaba con que el médico que estaba esperando su llegada conoce muy bien la pelvis y sus asimetrías. Así que el equipo de médicos, incluyendo a su doula apretamos isquiones, subimos y bajamos la pierna, después la otra pierna, acompañada de respiraciones profundas y manteniendo el ánimo de la mujer, logramos que Sam se recolocara a la posición optima. Todo esto lo orquestó el Dr. Jesús Luján, con el consentimiento de la madre,  que entiende y respeta la fisiología del parto.

La tina ya estaba preparada, pues ellos deseaban tener un nacimiento en agua y hubo el tiempo para sumergirse en la calidez del agua y esperar al último esfuerzo para tener en brazos a su gordo esperado.

Todo parecía que fluía muy bien, fueron estas ultimas contracciones las que la retaron y las incomodidades de tanto movimiento de piernas, pero valió la pena y mucho. Su tercer mosquetero de 3,650 gr. al fin había llegado.

Sam de inmediato fue llevado al pecho de su madre, ahí la pediatra, la Dra. Carolina, lo revisó y respetó que se diera todo lo mágico del apego el reconocimiento y enamoramiento mutuo , tocarlo, olerlo, sentirlo………besarlo.

Así fue el recorrido de esta mujer, conectada con su cuerpo en una ambiente de respeto y tranquilidad. Acompañada también de otra gran mujer, la Dra. Arlet (que también es madre de tres hijos) que no dejó de animarla y apoyarla. Se cruzaban miradas de complicidad y apretones de manos con una empatía muy especial.

Que más lindo que acompañar a Tania y Santi por tercera vez al nacimiento de su bebé. Son ustedes las mujeres las que me han enseñado a escuchar, observar y esperar pacientemente la llegada de un bebé. De no dejar de sorprenderme de la fortaleza de la mujer y de la perfección del cuerpo.  De saber que hay médicos dispuestos a esperar y respetar la fisiología del nacimiento sin prisas e intervenciones innecesarias.

 

Gracias por la confianza y su cariño.

 

 

 

Desde la mirada de una Doula

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Unas semanas antes de la fecha probable de parto nos reunimos para una entrevista y ella me compartió su plan de parto y así empieza: “Te escogí a ti como parte de mi equipo de parto porque compartimos la idea de tener un parto humanizado y sin intervención innecesaria. Porque se que me vas ayudar a tener el parto que deseo y respetar mis deseos”…….

El sábado tuve el privilegio de acompañarlos por segunda vez en el mágico recorrido de su trabajo de parto.
Con un inicio lento por días con contracciones que iban y venían, por momentos con desgaste emocional y retomando la confianza en su cuerpo volvía a recargar pilas. Su intuición y la experiencia de un tercer bebé le decía que todavía no era el momento.

Esperó pacientemente en casa a dejar que el trabajo de parto iniciara de manera espontánea apoyada por un médico que respeta la fisiología del parto porque ella sabía los grandes beneficios que tiene para su bebé y de vez en cuando nos manteníamos en contacto para intercambiar emociones, miedos, dudas…… simplemente platicar y escucharnos.

Justo entrando a su semana 40 de gestación, su intuición le decía que algo era ya diferente. Trabajando en casa las contracciones y armando un rompecabezas con su marido, ella supo el momento indicado para trasladarse al hospital y cual va siendo la sorpresa que dos horas después, sentada en la silla maya y sostenida física y emocionalmente en los brazos de su marido, tenían a su bebé ya en brazos. Gracias al Dr. Gilberto Ramirez B. y al neonatólogo Dr. Sion Agami M. que estuvieron atentos y respetuosos esperando el gran momento.

Enfatizó mucho en el silencio, en libertad de movimiento, elegir libremente la posición para el nacimiento y contacto piel con piel.Todos estabamos en la misma sintonía, conocíamos los deseos de esta hermosa mujer y todo fluyó como ella deseaba.

Ross, un placer acompañarlos y gracias por depositar tu confianza en este recorrido que tú y tu "princesa" hicieron de manera hermosa.

Patricia

MAIA

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MAIA

(cuyo nombre en sanscrito significa magia)

A las 4:50 am nació Maia, mi bebita de 2.620 kg envuelta en su grasa blancuzca, dice mi esposo que ya salió maquillada y lista para los escenarios como su madre. Todo lo que sucedió antes de ese momento solo lo puedo describir como magia, o en este caso MAIA.

Con todo mi amor para mi esposo y mi querida hija:

“Porque juntos hacemos magia”

Un embarazo no planeado pero muy deseado nos sorprendió en Febrero, una mezcla de emoción y miedo.

-       ¿Nos la aventamos? le pregunté a mi futuro esposo.

-        ¡Venga! me respondió.

y así comenzaron los sinsabores del embarazo, a mi gusto aquel que dice que “el embarazo es el mejor estado de la mujer” seguramente es un hombre. Comienza una avalancha de cambios, cambios en el humor, cambios en tu cuerpo, cambios y más cambios para los cuales debo confesar no tenía ni idea de como afrontarlos y/o aceptarlos.

A pesar de todo lo que uno puede vivir durante esa etapa, la mente en mi caso se mantenía firme pensando en un momento, ese momento que sabes hagas lo que hagas tarde o temprano llegará y que debo confesar no me daba miedo, me ATERRORIZABA, me daba PAVOR el parto.

Mi esposo y yo lo habíamos platicado, estaría padrísimo un parto 100% natural, pero si no aguanto pido epidural y si algo sale mal, pues cesárea, “lo importante es que el bb y tú estén bien”, me decía mi esposo. La verdad es que no puedo negar que en silencio deseaba que alguna tontería estuviera rara para poder tener una excusa y no ser yo quien pidiera la cesárea, esperaba que el doctor me dijera algo así como “Eres demasiado estrecha para parir” o “tu bb viene muy grande” o ¡Algo! Para no tener que afrontar ese momento.

Para mi colmo,  y para mi fortuna, todo marchó extremadamente bien.

-       Hasta ahora todo en orden para un parto natural. me dice mi doctor.

-       Que padre… respondí con cierto sarcasmo.

-        Ahora solo ve a el curso psicoprofiláctico y prepárate, puede ser en agua o como tú quieras, lo importante es que sea un parto humanizado y que tú seas la que decidas.

Y así llegué a Experiencia.

Soy alguien que a pesar de que siempre he hecho ejercicio y me considero valiente e incluso a quien le gustan los retos ha sufrido ataques de pánico y crisis de ansiedad desde hace mas de 10 años, sufro de crisis vagales (presión baja) o hipoglicemia, la verdad no se bien, lo único que se es que en determinadas ocasiones me desvanezco y un par de veces me he llegado a desmayar, durante el embarazo me sucedió en 4 ocasiones, yo tirada en el suelo, pálida, sudando frio y pensando que me iba. La verdad es que a pesar de que casi no me enfermo, la mente me juega jugarretas, y siempre había creído que mi cuerpo era muy sensible, no puedo tomar café y mucho menos red bull porque me manda al hospital con taquicardia, o si tomo vitaminas, me destrozan el estómago, o si tomo píldoras anticonceptivas las hormonas me vuelven un mar de lágrimas. Digamos que soy muy sensible a las sustancias, por lo que desde hace unos años me mantengo sana a base de remedios naturales. En fin.

El momento llegó.

Viernes por la noche, semana 37 y 1 día, ya llevaba sintiendo a mi bb encajada desde hace un par de semanas, de repente el caminar me costaba trabajo, como si trajera un tampax mal puesto, ese día fui al baño y al limpiarme pude ver el famoso tapón mucoso, le tomé foto y se lo mandé al doctor solo para confirmar que en efecto era eso. Al otro día tenía cita de rutina, así que me dijo que durmiera y mañana me checaba. Solo pude dormir como 3 horas, pensaba que el trabajo de parto podía suceder en cualquier momento pero… nada. Al otro día a las 2 pm me revisó el doc. Si no fuera tan formal seguramente me hubiera dicho ¡Relájate un chingo! pero en vez de eso me dijo “ Tu bb esta en posición pero no está encajada, tu trabajo de parto puede empezar hasta dentro de 3 o 4 semanas, la mayoría de los bbs nacen entre la semana 40 y 41 así que tu tranquila”. Sentí un poco de decepción y alivio.

Ese día el doctor también me informó de todo lo que podía complicarse durante el parto: ¡Desgarre, alergia a la epidural, baja de presión, transfusiones de sangre, sufrimiento fetal, y mas! Estoy consciente que por profesionalismo médico deben de informarte pero de por si yo le tenia miedo al parto y después de escuchar eso debo decir que me subí al coche en silencio y mi esposo solo me preguntó:

-Estas bien?

- No. Le respondí

- ¿Estas asustada?

y ahí rompí en llanto. Lloré todo el camino a casa, traté de calmarme y enfocarme en que mi embarazo ha transcurrido sin eventualidades, “soy una mujer joven y sana” me repetía para mis adentro para tranquilizarme. Pensaba que de aquí a que llegará el momento de dar a luz al menos tendría un par de semanas para olvidar todo lo que me había dicho el doctor. Dos horas después se me rompió la fuente.

Corrí a la regadera para no mojar todo. Desde ahí le hable al doctor.

-       ¡Se me rompió la fuente!

-       OK, avísame cuando empieces con contracciones.

Pff ahora sí, no había marcha atrás. “Que pase lo que tenga que pasar, mi mente es mi aliado” me dije. Después salí, e hice una pequeña oración con mi esposo.

-Todo saldrá bien. me dijo.

- Lo sé. “Juntos hacemos magia”

A las 9 de la noche comencé con contracciones, literal pequeños cólicos menstruales que duraban unos 40 segundos y se daban en lapsos irregulares, cada 10, 15, 7, 3, 10 min. alcancé a ver Hitch tranquilamente, es de esas pelis que simplemente no me cansan.

-¡Ya tengo contracciones! Le dije al doctor por teléfono.

- OK ahora avísame cuando tengas mas de 2 horas con contracciones cada 3 minutos, eso puede durar hasta 12 horas, te aviso para que no te desesperes.

Colgué y llamé a mi Doula Mercedes. Casi lo olvido. Me había informado que ese fin de semana estaría de viaje, ¡Jamás creímos que mi parto sería en esa semana! Me endosó con Paty e hicimos click en seguida por teléfono, me dio calma y me dijo que le estuviera llamando. Era raro que alguien a quien nunca había conocido fuera a estar conmigo en ese momento tan importante, pero me vibró muy padre por teléfono, son esas cosas que fluyen y hay que dejarlas fluir. Por si fuera poco el pediatra que habíamos pensado también estaba de viaje, así que no tenía ni idea de quien recibiría a mi hija.

-Yo llevo uno me dijo el doctor.  Tú no te preocupes.

- Ok.

10:30 pm mis contracciones de ser irregulares pasaron a ser cada 3 minutos y durar unos 50 segundos. La intensidad subió, ya no podía mantenerme sentada, necesitaba moverme, caminar, recargarme en la orilla de la cama, respirar en cada contracción. El tiempo perdió proporción, a la media noche mis contracciones eran cada 2 minutos y duraban un poco mas de un minuto, para este momento no podía moverme cuando llegaba una. El dolor era muy intenso. Sentía como se irradiaba desde mi espalda baja, pasando por mi cadera e incluso hasta las piernas. Era una mezcla de cólico con calambre. Le llamé de nuevo al doctor.

-Doc ya pasaron 2 horas con contracciones cada 3 minutos ¡Y ahora son cada 2! ¡¿Ahora qué hago?!

-Ahora avísame cuando te quieras ir al hospital.

- pff ¿Pero cuándo es eso?

- Cuando tú me digas, solo recuerda que quienes se van demasiado pronto al hospital la mayoría termina en cesárea.

“¿Demasiado pronto?” ¿Cómo sabré si es “demasiado pronto”? ¡¿Que tal si mi hija nace en el excusado de mi casa, que tal si nace en el camino al hospital, que tal si me voy y llego y me dicen que tengo 1 cm. de dilatación?! Me invadían miles de preguntas sin respuesta. A las 2 de la mañana no pude mas. Una contracción hizo que me mareara y me asusté, el dolor era demasiado.

-Ya me quiero ir al hospital y me vale si me regresan le dije a mi esposo.

-Lo que tú digas, si te quieres ir, nos vamos.

Le llamé al doctor y le dije que ya me iba para allá. Paty, la doula con quien estuve hablando a cada ratito ya iba en camino. Pedimos el uber y creo que ese fue el mayor reto.  El movimiento del coche era insoportable. Me fui hincada en el asiento de atrás abrazada a mi esposo. En cada contracción le pedía al conductor que se detuviera. La verdad pobrecito seguro podía imaginar los titulares del día siguiente “Mujer da a luz en uber en pleno viaducto”. Llegamos al hospital y en cada contracción el mundo se detenía. Sorprendentemente era soportable, me calmaba saber que sea lo que sea, pasaría en un par de segundos.

 Subimos a la sala de partos y me checó el asistente de mi doctor.

-Tienes 4 cm. de dilatación, pero tu cuello uterino esta bastante delgado lo cual es muy bueno, ¿Te quieres ir a tu casa?

- ¡NO! ¡Por supuesto que no! ¡Aquí nos quedamos! Le dije.

Pareciera que mi cuerpo entendió que el verdadero trabajo de parto había llegado. Me preguntaba que tanto podría subir la intensidad del dolor y eso me asustaba. De repente mi cuerpo temblaba involuntariamente como sucedía en mis ataques de pánico. “No me voy a permitir perder el control, mi mente es mi aliado, si no te sirve un pensamiento deséchalo” me repetía mentalmente una y otra vez. De pronto durante cada contracción me comenzaba a salir sangre. Pregunté si era normal y me dijeron que sí, así que traté de no darle importancia. Paty me sugirió meterme a la regadera, lo intenté pero el agua caliente duró tan solo un par de minutos, así que temblando ya no se si de miedo o de frío me sequé y permanecí afuera. Comenzaron a llenar la tina. Para esto yo me había acomodado, perdonen que sea tan gráfica pero en 4 sobre la camilla. Debido a los mareos que había tenido, sentía que esa posición me ayudaba a que la sangre fluyera mejor a mi cerebro y el que mi cadera no estuviera tocando nada me daba cierta sensación de que flotaba. Paty y mi esposo comenzaron a apretarme la cadera hacia adentro en cada contracción, eso me ayudó mucho, era como si me contuvieran de tal expansión. Al poco tiempo le dije a Paty.

-       Oye ya siento ganas de pujar, ¿Me pueden checar?

-        Iré por alguien. Dijo Paty.

-       Normalmente se dilata 1 cm cada hora pero si quieres te checo. Me dijo el asistente del doctor que por cierto aún no llegaba.

-       Sí, chécame.

-       Tienes… ¡nueve de dilatación!

 Gracias a Dios, la verdad es que si me hubiera dicho 5 en ese momento hubiera pedido epidural o no se,  pero el saber que tenía 9 cm. y que pronto conocería a mi bb me hizo seguir adelante. Me quedé sorprendida, durante los últimos meses de embarazo había decretado una y otra vez todos los días mientras me bañaba “Mi dilatación es rápida, mis contracciones son tolerables, mi actitud es serena.” Y así fue.

A los 20 minutos comencé a pujar. No me había dado cuenta pero ya estaba ahí mi doctor y la pediatra, la verdad es que no me importaba quien estuviera o no. Mi cuerpo me decía que hacer, estaba conectada con mi hija, la podía sentir avanzando hacia este mundo y solo debía ayudarla a salir, era ella y yo y nadie mas.

A las 4:40  de la mañana lance mi primer grito de dolor, con el cual la cabeza de mi hija se asomó. A las 4:45, lance el segundo, con el cual la cabeza salió, no hubo un tercer grito. A las 4:50 mi bb nació. Mi esposo la recibió tal y como lo habíamos puesto en nuestro plan de parto, la música que habíamos decidido también se escuchaba y yo descalza como mujer de playa. Mi esposo puso a Maia sobre mi pecho. El dolor cesó. Me sentía una guerrera, me sentía llena de vida. “ Si pude con esto, puedo con lo que venga” pensé.

Mi hija llegó como ella quiso. Ella quiso nacer así y quién era yo para dejar que mis miedos se lo impidieran. Es ella quien me enseñó como hacerlo. Quise un parto natural para que mi bb comience a tomar sus propias decisiones desde el comienzo, que ella decida su forma de nacer, que ella luche por llegar a este mundo y lo hizo. Lo hizo maravillosamente bien. Recibió un 9 - 9 de apgar, yo no tuve desgarre ni nada y mi esposo tampoco se desmayó, así que solo me queda agradecer. Lo que puedo decir de la experiencia de dar a luz es que el tiempo se diluye, la gente, los ruidos, la realidad se nubla, uno entra en trance y otra dimensión se abre, es un momento lleno de “Magia” o en este caso para mi, lleno de MAIA.

Paus

Nacimiento de MAIA

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Cuando se trabaja en un grupo comprometido con la educación al parto, acompañamiento en el nacimiento y apoyo en el inicio exitoso de la lactancia, es indispensable contar con “apoyo”… Nadie puede estar de guardia las 24 horas del día de los 365 días del año…!

Como profesionales dispuestas a ofrecer el mejor de los servicios a las familias que confían en nosotras, es imprescindible contar con un grupo como en “Experiencia” que garantiza el servicio profesional ofrecido.

 

Así fue como Mercedes y Guadalupe, impartiendo un curso a profesionales de salud en Monterrey, recibimos la noticia de que una de las mujeres del curso había roto la fuente, siendo que el inicio del parto era inminente.

De inmediato nos pusimos en contacto con Patricia y Ana para buscar el apoyo que Paulina requería para su parto.

La comunicación entre el grupo se inició de inmediato… Patricia dijo “Yo acompaño a esta familia y no se diga más…”  Se comunicó con esta pareja poniéndose a sus órdenes como la doula que requerían para el nacimiento de su nena. Esto es lo que nos cuenta de este hermoso nacimiento:

“Hablamos por teléfono y hubo buena química.

A partir de las 10 de la noche me marcaba cada hora y me decía como se sentía, ya por hay de la 1 de la mañana tenía contracciones cada 3 minutos, las toleraba bastante bien y se dio otra hora más en casa.

Su marido siempre pendiente de la conversación, interrumpía de manera prudente.

Por hay de las 2:15 último telefonazo a casa con contracciones cada dos minutos, así que fue momento de irse al hospital.

Si un poco ansiosa, con muchas dudas pero bien manejando.

Así que los veo en el hospital, ellos acababan de llegar y el médico la acababa de revisar, 4 cm.

Con la posibilidad de regresar a casa, deciden quedarse.

Bien establecido ese trabajo de parto, concentrada en cada contracción. Le aliviaba la contrapresión.

Buscaba moverse libremente, muchas puntitas, ella es bailarina, sin emitir ruidos y concentrada.

Preguntaba si lo que sentía era normal, si preguntaba si se pondría peor...!

La invite a trabajar cada contracción, no pensar cómo serían las demás.

Una hora y media después ya con sensación de presión y claramente me decía "siento abajo su cabecita" voy a buscar al Dr. Luis Espinosa.

Como bien dijeron, de tal palo tal astilla, le ha aprendido muy bien al Dr. Larios, además de que tiene también una vibra muy especial, la encuentra con 9 cm y con esa gorda bien abajo.

Intenta meterse a la tina, estaba caliente el agua,  ya no quiso ni tratar más tarde.

Se acomodó en la cama en 4 puntos y muy suave su gorda fue descendiendo.

Su marido súper involucrado, metía la cabeza hasta donde no y él deseaba recibir a su gorda.

Así que el Dr. Larios, que llega casi en ese momento lo invita a tomar a su gorda.

Sin jalones ni prisa, asoma su cabecita acompañada de su manita, nace casi a las 5 de la madrugada.

Y la pediatra, Natalia Téllez, de primera…!

Se la colocaron al pecho y espero un poco más de 90 min a que se prendiera, sin prisas y sabiendo todos los beneficios que tiene este momento que es mágico

No logramos que lo hiciera, dio lengüetazos, unas mini probaditas y mucha oxitocina.

La verdad que fue muy lindo a pesar de que yo no los conocía, esa química se da o no se da, y aquí todo fluyó!!!

Qué lindo que me toco este maravilloso nacimiento y que tuve el privilegio de conocerlos y ser testigos de esta gran mujer, gran guerrera…….

Patricia